Ayer a la tarde, las diputadas María José Lubertino y Diana Maffía organizaron una sesión simbólica en la Legislatura porteña sobre la imagen de la mujer en los medios de comunicación. Participaron periodistas y comunicadoras de diversas organizaciones y organismos públicos. Aquí reproducimos la ponencia de Sonia Santoro, presidenta de Artemisa Comunicación.
En el 2008 tuve el gusto de sentarme también en una de estas sillas invitada a participar de la sesión especial por el 8 de marzo que entonces organizó la diputada Diana Maffía. En ese momento empecé mis palabras citando a la historiadora Mercedes Pujato Crespo, que en 1910 y con motivo del Consejo Nacional de Mujeres planteaba: ‘¿Por qué mueren prematuramente nuestras revistas? […] ¿Acaso se piensa que el trabajo intelectual femenino no merece remuneración? […] Este mal ya es endémico en el país y viene causando sus estragos desde 1830, en que la señora de Sierra, en La Aljaba reclamaba el amparo de las señoras, y desde aquella fecha hasta el presente ha sido este un perpetuo clamoreo. […] Si el público no demuestra interés por el sostenimiento de esta clase de publicaciones, es de esperar que los poderes públicos alentaran esta acción educadora é instructiva […].’
La importancia de la existencia de publicaciones periódicas de mujeres es un tema viejo pero que tiene tanta vigencia como hace más de 100 años.
Hoy los llamaríamos tal vez publicaciones de género o de diversidad. Pero como entonces, estos proyectos editoriales hechos por mujeres, la mayoría de las veces, suelen tener corta vida e innumerables peripecias para sobrevivir. Son ellos los que seguramente pueden producir contenidos e imágenes de mujeres diversas y plurales.
Mientras tanto, los medios masivos de comunicación, que son formadores de nuestra cultura, en su mayoría siguen reproduciendo imágenes estereotipadas y machistas sobre las mujeres.
Es cierto que ha habido muchos cambios, sobre todo en los últimos cinco años e incluso después de 2008, con la aprobación de la Ley Nacional de Violencia que instaura por primera vez el concepto de ‘violencia mediática’ y con la nueva Ley de Servicios de comunicación audiovisual, que también propone que la comunicación sea respetuosa de los criterios de igualdad y diversidad y que no se discrimine a las mujeres y niñas.
La producción audiovisual ha tenido desde entonces un empuje importantísimo. Hay nuevas señales, nuevas miradas, más diversidad. Hay programas que incorporan columnas de género, hay revistas o diarios que también lo están haciendo (muchas veces gracias a la pelea personal de algunas periodistas). Sin embargo, todavía las mujeres, las periodistas, las feministas, no nos hemos apropiado de manera visible, contundente diría, de esos espacios.
Este es casi un pensamiento en voz alta. ¿Por qué no lo hacemos?
¿No nos animamos? ¿No podemos? ¿No nos dejan?
Son muy pocas las periodistas que hacen punta en estos lugares. ¿Y el resto?
Hay que recordar que el trabajo periodístico está muy precarizado y que son principalmente las mujeres las que eligen las modalidades más flexibilizadas de colaboradoras free lance, sobre todo cuando tienen hijos/as. Pero esto luego se convierte en una trampa porque cuando quieren insertarse no pueden hacerlo. Una anécdota: un día quise pedir una tarjeta de crédito siendo ‘monotributista’, y no me la otorgaron porque la profesión de periodista no calificaba.
Es decir que siendo mujeres en un trabajo precarizado, necesitamos políticas específicas para compensar la desigual posibilidad de acceso a trabajos bien remunerados y en espacios acordes con nuestra formación y experiencia. Eso seguramente redundará en mejores producciones informativas y por ende en imágenes menos sesgadas de mujeres y varones.
Eso por un lado, por otro, y volviendo a los espacios a ocupar, otra pregunta: ¿Necesitamos un canal de las mujeres, un canal de género, un canal de las diversidades?
¿Será volver a caer en la guetización, tan criticada, pero que sin embargo pareciera ser condición sine quanom para la superviviencia de ciertos temas que nadie quiere tocar aun hoy después de tantos avances legislativos para acercarnos a la igualdad?
Otra pregunta que se me ocurre es ¿si consiguiéramos un espacio propio, estamos obligadas a que sea sobre las mujeres, la equidad, la diversidad?
Una vez una mujer magnifica como es Lea Fletcher dijo alguna vez ‘las mujeres tenemos que poder escribir de lo que se nos de la gana’. Algo tan simple como eso me parece revolucionario.
¿Qué haríamos si pudiéramos hacer lo que se nos da la gana?
En fin, que para poder escribir o transmitir en cualquier formato lo que se nos de la gana, tenemos que tener condiciones materiales. Y volvemos entonces al mismo punto.
Y si tuviéramos ese espacio, ¿habría que pensar en un cupo femenino en los medios? No lo sé. Son cosas que hay que debatir.
Como se ve, hay mucho pendiente todavía por pensar y consensuar sobre los medios que tenemos y queremos.
Por eso, retomando la voz de Mercedes Pujato Crespo, creo que es necesario que los Estados se comprometan con el desarrollo de políticas de apoyo a los medios de comunicación que fomenten la igualdad entre varones y mujeres; que son en general medios pequeños, autogestivos, alternativos.
En cuanto a los grandes, es un camino mucho más espinoso. Recordé una de las recomendaciones de La Conferencia Mundial de Mujeres en Beijing (1995) para los medios: ‘Elaborar, en la medida en que ello no atente contra la libertad de expresión, directrices profesionales y códigos de conducta y otras formas de autorregulación para fomentar la presentación de imágenes no estereotipadas de la mujer’.
Creo que los estados, locales y nacional, deben tomar un rol protagónico en materia de medios y promover medidas que fomenten la equidad, porque no son iniciativas que los medios van a tomar por su cuenta (‘Donde hay negocio se acaba la buena voluntad’). Y por supuesto ocuparse de velar y controlar para que se cumplan.
Pero claro para hacer eso el gobierno de la ciudad, en este caso, tiene que creer en la necesidad de la igualdad, y tiene que desarrollar políticas en ese sentido también más allá de lo concerniente a los medios, y asignarles recursos. Algo que no estamos viendo actualmente.
¿Servirá para algo esto? Esperemos que sí, por nosotras, las comunicadoras y periodistas que creemos en todo esto, pero sobre todo por las cientos de víctimas fatales que tenemos anualmente todavía en nuestro país por violencia de género, por las niñas que seguirán reproduciendo modelos que las marginan y básicamente por el derecho a vivir en un mundo mejor para todos y todas.