Fuente: ABC sociedad
Autora: Celia de Anca
Un año más llega el mes de marzo y cómo cada año reflexiono sobre la situación de la mujer, sus logros, las nuevas tendencias que veo en las más jóvenes, y me pregunto una vez más si yo soy feminista.
¿Ser feminista significa unas creencias o una militancia?, tal vez las dos, y como bien decía Hannah Arendt
«se piensa en soledad, pero se actúa en comunidad»,
así que miro fuera y me lanzo a buscar una tribu en la que pueda actuar…, pero me pierdo.
Encuentro un fuerte movimiento, de las llamadas no binarias, que piden una ley de identidad de género, que en definitiva promulga la desaparición del mismo, ya que en su ideario existen tantas identidades como personalidades. Enfrente me encuentro con la militancia feminista que cree más que nunca en la existencia de la mujer y en promulgar para uno de los géneros biológicos, oprimido en el estado patriarcal, leyes que las libere de la opresión y las proteja de la violencia machista. También me voy encontrando con la misma fuerza que los movimientos anteriores las feministas de la diferencia, o las del feminismo liberal.
Confundida, intento investigar, ya que cómo decía Virginia Wolf, en el entendimiento se encuentra la paz y desaparece la ira, y efectivamente tiene razón Virginia, porque en cada una de las corrientes encuentro pensadoras solidas con firmes argumentos defendiendo cada una de las posiciones.
Encuentro mujeres como Mary Wolstoncraft que desde la ilustración les gustaba las nuevas ideas sociales, como la independencia de la razón o el contrato social, pero que sin embargo no entendían porque las mujeres no estaban incluidas en las ideas de Rousseau. Algunas defendieron con tanto ahínco su inclusión que acabaron en la guillotina como Olympe des Gouges. En cada época social vemos mujeres que militan, no por una revolución, sino por una inclusión de la mujer en la sociedad existente a todos los niveles, también en el poder, una de las últimas exponentes sería Sheryl Sandberg.
Pero también indago sobre la definición del estado patriarcal y la normativa de los géneros, y encuentro brillantez en las ideas de Simone de Beauvoir, entre otras muchas, que pretenden no solo hacer un sitio a la mujer, sino reformularlo todo. En pensadoras que incluyen no solo a mujeres que tienen educación y una situación social que les permite poder competir en el poder, sino también, lanzan una mirada al resto, a las mujeres que sufren la peor parte del cambio climático, la pobreza, la inmigración, o la violencia en los conflictos. Este feminismo con ideólogas de altura como Nancy Fraser, busca la igualdad en mayúsculas para todas las mujeres del mundo, eliminando de una vez el estado patriarcal.
Y a mí, tengo que confesar, me gusta mucho el feminismode la diferencia, y algunas de sus pensadoras francesas como Lucy Irigaray o Sylviane Agacinski, que consideran que la sociedad en la que vivimos está excesivamente masculinizada, y que hay que nivelarla, valorando más cualidades del universo de lo femenino. Así además de valorar cualidades como la acción la lógica o el logro se valoren al mismo nivel otras cualidades más femeninas como la reflexión la intuición y la cooperación.
Y finalmente, aunque reconozco que tengo mucha dificultad en comprender el movimiento no binario que tanto ha calado entre las jóvenes, muchas de ellas mis alumnas, leo a Judith Butler y no puedo dejar de admirar su solidez, capacidad de comunicación, y coherencia en las ideas que propugna.
Cada movimiento, ha proporcionado grandes pensadoras, y creo grandes avances sociales. La cuestión es que ahora todas las corrientes están en vigor, al mismo tiempo, sin que domine más una sobre la otra cómo en otros tiempos pasados. Ahora podemos elegir, y lo hacemos en una variedad de modelos mentales, todos vivos y todos en acción.
Como académica lo tengo más fácil, desde el pensamiento, se puede integrar todo, cualquier planteamiento, siempre que esté basado en un pensamiento y una estructura sólida.
Así que desde aquí aplaudo todas las formas de feminismo y admiro a las pensadoras que lo han pensado y estructurado.
Ahora como militante es más complejo porque la acción reduce, y las ideas reducidas no piden comprensión sino ejecución. Así que me alegro infinitamente de no ser yo hoy la ministra de Igualdad que tiene que hacer compatible una ley de identidad de género que permita la indefinición del género, con una ley de violencia de género que obligue a definir a dos géneros, uno sometido al otro y a proteger al primero.
Pero ese dilema lo tienen los políticos, y como espectadora miraré con interés como se resuelven las paradojas. En mi pequeño ámbito si lo tengo más claro, como teórica lo acepto todo, pero como activista, elijo actuar en el único ámbito que puedo, el de mi entorno, tratando de garantizar que mis alumnas y alumnos tengan las mismas oportunidades cuando salgan a la vida en equidad más que en igualdad, reforzando en donde se necesite más, y para eso no necesito que nadie me dé ningún carnet.
*Celia Anca, directora del Centro de Diversidad de IE University