Hoy, 10 de septiembre día internacional de prevención del suicidio, quiero compartir mi experiencia, la más dura y compleja en mi vida: mi esposo, el amor de mi vida, se suicidó el 8 de octubre de 2021. La pandemia activó una enfermedad mortal: la depresión.
Hablo abiertamente de esto porque siempre el suicidio y la depresión, como enfermedad, se han tratado como temas escondidos. Son temas tabú, nos da pena hablar de la depresión y de que estamos tomando medicamentos para ella, no sé por qué. Es una enfermedad como otras, pero nadie habla de ella. Además no la toman en serio, como si fuera una bobada, dicen algunas personas, o de fuerza de voluntad o poder mental, dicen otras.
Cuando la minimizamos se vuelve más peligrosa, es una enfermedad grave que se debe tratar y hay que tener ayuda médica.
Igual sucede con el suicidio. Cuando sucede la gente lo esconde y prefiere no hablar de ello, no contar nada.
En esta dura experiencia de mi vida, también he encontrado comentarios fríos, de la gente: “Él lo eligió así”, “él lo planeó, sabía lo que hacía”. Lo que creo es que cuando alguien está sufriendo tanto, no elige terminar con su vida sin importarle el resto, decide terminar con su sufrimiento y este es el único camino que encuentra.
Hoy en día sé que su decisión NO es racional, es emocional.
Su cerebro, cuando toma la decisión y lo planea, no está acá, el sufrimiento es tan grande que no razona, solo actúa para liberarse de esa carga tan grande, ese sufrimiento que lo aqueja… su alma necesita descansar. Y eso hace. Difícil de entender y de procesar. Pero hay que seguir viviendo y recordando con agradecimiento su vida. Tuvimos la alegría de tenerlos unos años, se despidieron antes de tiempo. Amar sin apegos es difícil y ante una partida como el suicidio hay más tristeza, pero también más aprendizajes.
La depresión y el suicidio están disparados en estadísticas. La pandemia hizo que se incrementaran las enfermedades mentales, pero nadie lo habla y no se hace nada por parte de la sociedad. Ojalá las organizaciones evalúen la salud mental de sus empleados. La manera de prevenir es educar y evaluar si hay personas en riesgo. Las familias hacemos hasta lo imposible por ayudar, los médicos actúan, pero, como toda enfermedad, a veces no alcanzan los tratamientos o los medicamentos. La realidad es que la depresión mata.