Mi curiosidad insaciable hace que participe de toda charla, seminario, congreso, y curso vinculado con género, feminismo o estudios de las mujeres. Fue así como terminé inscribiéndome en el II Congreso Feminista Internacional que tuvo lugar entre los días 19 y 22 de Mayo del corriente, en la Ciudad de Buenos Aires, con el objeto de exponer los resultados de mi tesis de maestría, que se basó en el estudio de la política de diversidad en una empresa multinacional.
Cuento esto porque cuando comencé a leer los trabajos de otras panelistas tuve dudas sobre si mi estudio sería de interés para el público que suponía asistiría al congreso. Para mi sorpresa, mi trabajo despertó mucho interés entre mis pares del panel y debo decir que el grupo era realmente diverso: historiadoras, comunicadoras sociales, antropólogas, periodistas, entre otras.
Esta diversidad de disciplinas que encontré en el panel se hacía presente en todo el Congreso. Durante cuatro días seguidos hubo infinidad de mesas simultáneas donde se abordaron diferentes temáticas: salud, medio ambiente, migración, violencia, historia, medios, hambre, clases, sexualidad, prostitución, conocimiento, cultura, política, arte, educación, religión, trabajo, aborto, lesbianismo, feminismo, deporte. Todas ellas desde nuestra visión de mujeres. Al finalizar cada mesa temática se abría el debate. Lamentablemente muchos debates quedaron como expresión de deseo ya que la monopolización de la palabra por algunas panelistas quitó la posibilidad de una rica puesta en común.
Pero las mesas temáticas no fueron la única atracción. Hubo festejos, baile y actividades de distinta índole. Todos los días por la tarde la actividad de “Relatorías” nos proporcionaba un emotivo momento. Por ejemplo cuando Nora Cortina contaba la experiencia vivida por “Las Abuelas de Plaza de Mayo” o cuando la representante del “Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha” de Rosario, describía con tanta efusividad como las mujeres salen a salvar a los chacareros que están por perder su terreno. Quiero destacar el grupo de jóvenes graduadas del Magíster en estudios de Género de la Universidad de Chile. Las dos representantes que formaron parte del panel expusieron con mucha locuacidad lo que yo comencé a preguntarme en el transcurso de la larga jornada del Congreso: ¿Qué se espera de las organizaciones de mujeres del Siglo XXI?, ¿Cómo conformar una red Latinoamericana? Y algo que es de mi actual interés, ¿Cómo las TICs pueden ayudar a la construcción de una Red de mujeres de América Latina? En esta Relatoría como en otros ámbitos resonaba la idea de recuperar la hermandad latinoamericana en los estudios de mujeres. Algo que alguna vez se tuvo y parece haberse perdido, no se cuándo, cómo, ni por qué.
Luego de escuchar atentamente a estas jóvenes llenas de energía, ideales y esperanzas, me quedé pensando en el futuro de las generaciones jóvenes y su abordaje del feminismo en los próximos años. Puedo visualizar claramente todos los avances logrados por las mujeres luchadoras, militantes y no militantes, y como nos han abierto paso a las demás mujeres. Lo que no puedo imaginar muy bien es en que medida podremos unir nuestros granitos de arena para hacer de éste un mundo mejor y más equitativo. Esta miopía es en parte producto del debate acontecido el día del cierre del Congreso. Estaba sentada junto a una nueva amiga Salteña mientras escuchábamos a las organizadoras leer un listado de temas que fueron abordados en las distintas mesas temáticas y que debieran formar parte de la agenda futura. Temas como el aborto y la prostitución encabezaban la lista. Durante la lectura del listado, un grupo de mujeres comenzó a poner en duda la forma, más que el fondo, en que se expresaban las ideas.
Todavía sigo meditando sobre lo que sucedió esa tarde en el clásico Hotel Bauen de nuestra querida Ciudad de Buenos Aires. También me pregunto a que nos llevará este grado de intolerancia. Si no podemos escucharnos entre nosotras mismas, menos podremos lograr que alguien nos escuche.
Recuerdo hace muy poco haber asistido a un Seminario de la Universidad de Belgrano, en donde se hablaba sobre los beneficios de la Diversidad. Aceptar la Diversidad en la sociedad o en las organizaciones implica respetar o tolerar lo diferente. Entonces me pregunto ¿Cómo avanzará el feminismo si entre nosotras mismas no podemos aceptar nuestra propia diversidad? Quizás sea éste el desafío que nosotras las generaciones más jóvenes debamos afrontar.