Rosalía Cortés –investigadora del Conicet y de FLACSO- analiza en el siguiente texto, que fue leído durante la presentación del informe ‘Género en cifras’, el panorama del mercado laboral de las últimas dos décadas con perspectiva de género y enfatiza la necesidad de fortalecer esta perspectiva en las políticas públicas.El informe plantea una serie de desafíos tanto para el diagnóstico de las inequidades de género como para el diseño de políticas públicas. Respecto del primer punto me resultó sumamente significativo cómo se define de manera amplia la oposición equidad-inequidad de género, que abarca, según el informe, no solamente las relaciones varón-mujer en las distintas etapas del ciclo de vida, y en las distintas áreas, sino que incluye estos mismos vectores en las relaciones entre mujeres.
Y es en este punto en el que me gustaría detenerme; en particular, en el caso del análisis del mercado de trabajo. En este punto, en particular me interesa plantear cuál ha sido el comportamiento de la oferta de trabajo femenina en el largo plazo. En las últimas décadas, en las áreas urbanas, el notorio crecimiento de la participación femenina en el mercado de trabajo fue protagonizado sobre todo por mujeres con niveles educativos medianos y altos, demandadas sobre todo por los sectores de servicios, públicos y privados, y por el comercio. La participación de las mujeres con bajo nivel educativo, y más específicamente de aquéllas provenientes del segmento de hogares de bajos ingresos, ha sido históricamente más baja. En este panorama, la década de los noventa, a partir de la apertura y liberalización económicas, revirtió momentáneamente esta tendencia, ya que ante la extensión de la desocupación masculina, las mujeres salieron a buscar empleo, sin éxito, lo que se reflejaría en un aumento inédito de la desocupación abierta y de la tasa de actividad en este segmento social. Frente a la caída del empleo masculino, se daba una paradoja: en la crisis, las mujeres de bajo nivel educativo, las que provenían de hogares de bajos ingresos, habían comparativamente ‘mejorado’ respecto de los patrones vigentes en etapas anteriores.
En la recuperación económica, en un contexto de fuerte crecimiento del empleo total, y sobre todo de una caída del desempleo, persisten algunas inequidades de largo plazo, tanto en el segmento formal del mercado de trabajo, como en el comportamiento de las mujeres en hogares de bajos ingresos.
Examinando el caso del mercado de trabajo formal, entre 2006 y 2010, según datos del Boletín de Estadísticas de Género del Ministerio de Trabajo de Nación, la distribución según la jerarquía ocupacional, en los últimos años, entre mujeres y varones, de acuerdo con la información que recaba el Ministerio en su base de empresas, se mantuvo constante, y nos permite ver una fuerte continuidad a lo largo del tiempo: las mujeres se concentran en ocupaciones administrativas, los varones en producción, en el conjunto de sectores económicos, e independientemente de la jerarquía. Así, la presencia de mujeres en actividades administrativas, tanto en ocupaciones de dirección como de ejecución, casi duplica la de varones, que están en posiciones de jefatura intermedia en actividades productivas, no así las mujeres.
Entre 2006 y 2010, también según datos del Boletín de Estadísticas de Género del Ministerio de Trabajo de Nación, la brecha salarial entre mujeres y varones no disminuyó sino que creció levemente entre los asalariados registrados.
Si se examina el comportamiento de los segmentos socialmente vulnerables de mujeres, desde distintas perspectivas, se llega a la misma evidencia: hubo una fuerte caída de las tasas de desempleo abierto, pero la tasa de empleo se mantuvo constante, y aumentó la inactividad, es decir la proporción de mujeres que no trabajaban ni buscaban trabajo. Este fenómeno se puede observar tanto si miramos este grupo desde sus ingresos, o incluso si tomamos en cuenta las mujeres en hogares con vivienda insuficiente, o ubicadas en áreas inundables o cercanas a basurales, en fin, en condiciones de pobreza estructural.
Estos datos nos están apuntando a la persistencia de patrones de género vinculados con la pobreza estructural que han cambiado poco. Con datos de 1980, y con datos propios de 1987, el primer estudio de la pobreza que hiciera el INDEC, indicaba este patrón de comportamiento: había fuertes brechas de género al interior de los hogares pobres estructurales, y entre el comportamiento de mujeres en hogares pobres y hogares de ingresos medios y altos. La no participación en el mercado de trabajo de las mujeres aumentó, vale decir que las oportunidades de obtener ingresos necesarios para esos hogares también disminuyeron.
No existe una única explicación de este fenómeno; por una parte, se ha insistido en el papel que cumplen las obligaciones de cuidado, al mismo tiempo se plantea el impacto de aumentos en el ingreso familiar y, por último, la escasez de demanda de trabajadoras con escasa experiencia laboral, baja educación y poca disponibilidad horaria. Desde todos estos puntos de vista, el papel de la política pública es central: tanto en cuanto a la provisión de políticas educativas y de cuidado, como del fortalecimiento de esa oferta de trabajo subutilizada, a través de políticas activas de capacitación y empleo.
Una pregunta respecto del acceso de mujeres y varones a la provisión de políticas sociales, es si están diseñadas para garantizar un acceso equitativo. En principio, y a partir de los datos del excelente Boletín de Género que elabora y publica el Ministerio de Trabajo de Nación, podemos deducir que las mujeres están sub-representadas en los programas activos dirigidos a mejorar capacitación y oportunidades de empleo.
Según datos del MTSS, la participación de mujeres en los programas de capacitación y empleo bajó del casi 80% en 2006 a algo más de la mitad (55%) en 2010; de las 100 personas a las que alcanza el programa Puesto Nuevo, en el 2010, solamente el 31% son mujeres; en el programa de recuperación productiva, en el 2010, el 24% eran mujeres; en el último trimestre de 2010, la EPH relevaba 422 mil desocupadas; el seguro de desempleo, los 100 mil subsidios, cubrían solamente el 24% de las mujeres desocupadas.
Para concluir entonces, ante la persistencia de inequidades en el área laboral, surge la centralidad de retomar una perspectiva de género ampliada, que contemple el diseño de políticas activas hacia el mercado de trabajo, como herramientas para consolidar oportunidades, en un contexto de expansión económica. Políticas que promuevan una amplia gama de capacidades y oportunidades, que existirán solamente cuando las políticas públicas permiten un funcionamiento efectivo en áreas centrales para la vida humana.
Más información: La igualdad-desigualdad de género en cifras