Sophie Germain nació en 1776 y fue hija de un rico banquero. En 1789 reinaba en París la Revolución francesa, así que fue confinada en su casa con 13 años. Pasaba horas en la biblioteca de su padre y quedó enamorada de las matemáticas al leer el relato de la muerte de Arquímedes (muerto por un soldado cuando le dijo que le siguiese y que estando tan concentrado en sus cálculos le desobedeció). Quedó impresionada por lo absorbente que podía ser un tema como para no hacer caso ni de un soldado en guerra. Sophie quería también ser tan absorbida por un tema que le pudiera hacer también olvidar los peligros del Reino del Terror.
Sin embargo volvemos al tema de las dificultades de las mujeres con las ciencias. Sus padres no la apoyaron. Consideraban que las jóvenes no debían molestarse en saber matemáticas. Pero Sophie buscó, encontró y devoró todos los libros de matemáticas durante las noches. Sus padres la descubrieron y tomaron las decisión de quitarle toda la ropa y cualquier fuente de luz o calor para que no pudiera levantarse de la cama. Sophie volvió a derrotar a sus padres con un secreto surtido de velas. Por fin, empezaron a tolerar su pasión e incluso alguna vez apoyarla.
La sociedad francesa tardó también en aceptar mujeres estudiantes en la École Polythechnique, pero la joven Sophie, con 18 años consiguió apuntes y se hizo pasar por Antoine-August Le Blanc, un estudiante que había abandonado la École.
Le atrajo el análisis de Lagrange y bajo el seudónimo anterior le escribió un trabajo. A éste le impresionó tanto, que averiguó quien era y fue a su casa a decirle cuan impresionado estaba. Quedó todavía más asombrado cuando vio que Monsieur Leblanc era una jovencita. Lagrange la alentó y le presentó a otros matemáticos con los que mantuvo una abundante correspondencia matemática. Esto le sirvió además para tener el coraje de seguir estudiandolas.
Entabló correspondencia con otros matemáticos de primer nivel y antes de los 30 años había demostrado un caso especial del “ultimo teorema de Fermat” donde el exponente era cierta clase de números primos a los que hoy se conoce como primos de Sophie Germain.
Con el mismo seudónimo, Sophie hizo conocer su obra al ya famoso Karl Friederich Gauss, de la universidad de Gotinga. Comenzaba disculpándose: “Desafortunadamente, la profundidad de mi intelecto no iguala la voracidad de mi apetito, y siento que es una temeridad molestar a un hombre de genio.” A lo que Gauss contestó: “Me complace que la aritmética haya encontrado en usted un amigo tan competente.” Se interesó tanto en las observaciones de Sophie, que mantuvieron correspondencia durante varios años, siempre, bajo el seudónimo.
En 1807, las tropas francesas invadieron Hannover, la ciudad alemana donde vivía Gauss. Sophie, recordando la historia de Arquímedes, pidió al general francés Pernetti (amigo de la familia) que protegiera la vida de Gauss. Pernetti así lo hizo y le dijo que estaba a salvo gracias a la intervención de una tal Sophie Germain. Gauss explicó al general que no sabía quién era hasta que una carta Sophie se lo explicó. Contestó con una carta de absoluta admiración: «Cuando una persona de su sexo, que por nuestras costumbres y nuestros prejuicios, debe encontrar infinitamente más obstáculos y dificultades que los hombres para familiarizarse con esas investigaciones espinosas, sabe a pesar de ello franquear las trabas y penetrar en lo más profundo, hace falta sin duda que tenga el más noble coraje, los talentos más extraordinarios y la inteligencia superior».
En 1811 se presentó a un concurso convocado por la Academia de París, referente a la elasticidad de superficies. Buscaban un modelo matemático para explicar las formas de Chladni. La mayoría de los matemáticos ni lo intentó porque Lagrange había afirmado que los modelos matemáticos disponibles de la época eran inadecuados para su resolución. Sophie Germain se encerró a estudiar y presentó un trabajo basándose en anteriores resultados de Euler. Fue criticada por la falta de precisión al pasar de una línea a una superficie. En 1813 sometió otro trabajo del mismo tema y por tercera vez en 1816. Ganó el primer lugar situándola entre los mejores matemáticos. Fue entonces cuando se convirtió en la primera mujer en recibir un premio de estas características. Esto hizo que los matemáticos la aceptaran entre sus círculos. Continuó escribiendo sobre distintos problemas de la misma ciencia y continuó intercambiando correspondencia con Gauss. Este pidió a la Universidad de Göttingen que le dieran el grado de doctora; pero el 26 de junio de 1831 murió de cáncer a los 55 años antes de poder recibir dicho grado.
Puede que no resolviera definitivamente el problema de la elasticidad, pero aportó las ideas necesarias para considerar que la elasticidad es proporcional a la suma de curvaturas principales. Gracias a conceptos como este un siglo más tarde pudo hacerse la torre Eiffel. En esta torre están grabados los nombres de los científicos que, de alguna manera, contribuyeron a su existencia. Pues bien, el nombre de Sophie Germain no consta entre ellos. La ciencia sigue no considerando las mujeres como debiera y no hemos cambiado mucho, según parece.
Un sobrino suyo publicó sus memorias filosóficas y fueron muy elogiadas por Auguste Comte. El busto de Sophie Germain preside la entrada de un colegio en París que lleva su nombre.
Fuentes:
“El hombre que sólo amaba los números”, Paul Hoffman
“Mujeres, manzanas y matemáticas”, Xaro Nomdedeu Moreno
“Matemática es nombre de mujer”, Susana Mataix