Las dos semanas que la Plataforma de Mujeres Artistas ha dedicado a dar charlas, conciertos y concertarse con organizaciones de República Dominicana han significado un buen puntal para las acciones que impulsan aquí las agrupaciones de mujeres. Fundada hace 11 años, la plataforma se ha hecho sentir en medio mundo y ahora trata de incidir sobre la agenda de género de seis hombres que aspiran a la presidencia dominicana, con vistas a las elecciones del próximo 20 de mayo.
Con la participación de la periodista feminista mexicana Lydia Cacho y media docena de españolas encabezadas por la cantante Cristina del Valle, presidenta de la Plataforma y exintegrante de un grupo contestatario nombrado Amistades Peligrosas, el colectivo de creadoras juntó sus fuerzas con las del Instituto de Género y Familia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Ello posibilitó que varios cientos de estudiantes oyeran condenas a la violencia de género y a la capacidad del arte para influir conductas.
En las jornadas iniciales -incluidos 12 talleres y el gran concierto de cierre- estuvo como ponente la egipcia Amany Asfur, quien ofreció a la audiencia un ameno relato de cómo empezó con un pequeño préstamo bancario y ahora su negocio de productos farmacéuticos factura varios millones al año. También participaron la diputada Paz Martin y la escritora y periodista Montse Cano.
¿Por qué lo hacen? Sus razones son múltiples y esenciales: «Lo hacemos porque muchas de nosotras hemos sido violentadas y sentimos ese compromiso con las otras mujeres», dijo a SEMlac Cristina del Valle.
«Empezamos por acoger a víctimas en nuestras casas cuando no había instituciones. Muchas artistas reconocidas también han visto de cerca la violencia, vienen de hogares desintegrados, han convivido con las desigualdades», agregó.
El arte para sanar
«La Plataforma trabaja en el campo de las emociones. Hacer arte y promoverlo es una forma de sanar. El empoderamiento es una de las cosas que más cuesta conseguir. Y para eso tenemos que ocupar espacios públicos», precisó la presidenta.
Del Valle contó a SEMlac que la iniciativa nació cuando varias de ellas ofrecían un concierto en un hogar para refugiadas. Fueron sus congéneres quienes las incitaron a aprovechar su posibilidad de actuar en espacios públicos para frenar la violencia. A partir de ese momento se adentraron en la incidencia con políticos.
El fin de estas mujeres es ofrecer a las más altas autoridades o candidatos presidenciales de los países que visitan, un decálogo de sugerencias sustantivas. Esta semana estarán visitando a los postulantes dominicanos a las elecciones del 20 de mayo, en compañía de representantes del movimiento de mujeres.
«Desde lo político es que se pueden generar los cambios», añadió Del Valle. «No sirve de nada hacer canciones o denunciar con palabras; hay que llegar a lo político. Hemos pedido cita a todos los candidatos porque, como ciudadanas, podemos usar ese derecho», precisó.
La Plataforma de Mujeres Artistas comúnmente se desplaza a países con situaciones de conflicto y donde las violencias se exacerban. En los últimos años ha trabajado en apoyo al pueblo saharaui y ha usado profusamente la comunicación para promover acciones contra los feminicidios y una ley integral contra la violencia de género, y en otra importante campaña por la paz en el Medio Oriente.
Ha trabajado y conocido de cerca las realidades de las mujeres de Argelia, Bruselas y Estados Unidos. Han estado en la vulnerable Ciudad Juárez y en la propia capital mexicana, Guatemala, Irak, Palestina e Israel, Sahara Occidental y Siria.
En todas partes ha influido en los colectivos de mujeres y aprendido de ellas. Y ha «visitado» o presionado a gobiernos y autoridades y sembrado una huella que ha permitido sentirse acompañadas a muchísimas congéneres que sufren violencia.
Para que no se olviden
Lo peor de los crímenes con que la violencia de género martiriza a las mujeres es la impunidad que suele acompañar a los agresores. Eso lo conoce de primera mano la periodista Lydia Cacho. Sus motivaciones se inscriben en una ya larga vida de enfrentamiento a los males peores de este tiempo que atormentan a las mujeres y envilecen a los hombres maltratadores y feminicidas.
Desde finales de la década pasada, Lydia creó en Cancún el Centro Integral de Atención a la Mujer, por donde pasaron en algo más de 10 años cientos de mujeres y sus hijos e hijas que huían de la violencia machista, a quienes esta entidad apoyaba y defendía en los tribunales.
Dirigir una institución así la acercó a las peores miserias de violencia y explotación sexual y, por ese camino, a descubrir la infamia de la pederastia, realidad que documentó y expuso con sus dramáticos perfiles en su libro Los demonios del Edén.
Por esa obra la encarcelaron, la acusaron de calumnia, le prepararon un piquete de mujeres para violarla en una celda de tránsito después de moverla 20 horas por carretera desde Cancún a Puebla, zafaron las tuercas de seguridad de su auto y le prepararon media docena de asaltos.
Lydia demostró ante los tribunales todo lo que afirmaba y terminaron por descargarla y reconocer la verdad de sus argumentos. Tuvo que lidiar mucho, pero no descansó. Todo lo contrario.
Cacho ha recorrido el mundo documentando la trata sexual, develó los procederes de las redes internacionales de tratantes y encontró nuevas evidencias de la extensión increíble de un negociazo que les reporta a esas redes no menos de 45.000 millones de dólares al año, aunque hay fuentes que afirman que son 90.000 millones los que les reporta ese comercio de mujeres, niños y, en particular, niñas.
De esas investigaciones nacieron, entre otros, sus libros Memorias de una infamia y Esclavas del poder.
Durante esta visita a República Dominicana, Lydia Cacho reveló detalles del proceso de sus indagaciones, contó la preminencia que tienen esas redes en Japón y otras partes de Asia y cómo proceden asimismo en el Medio Oriente, el cono sur de América y nuestros países caribeños. De México conoce al dedillo cómo operan y ha sustentado denuncias y decenas de artículos y crónicas.
La prominente colega mexicana impartió en 2003 el taller para periodistas «La mochila que no se queda en la redacción», con el cual hizo reflexionar sobre cómo canalizar las emociones que representan para la psiquis de estos profesionales el enfrentar crímenes, corrupción, vilezas, miserias y tristezas de muy variado signo, asuntos que nutren la agenda de cada día en los medios de difusión.
Entonces sabía de la posibilidad de ser atacada, pero no esperaba realmente las canalladas por parte de los denunciados que tendría que afrontar.
Preguntada por SEMlac acerca de cómo cuida su propio estado emocional, la también representante internacional de la Plataforma de Mujeres Artistas contó que hace yoga diariamente desde hace 20 años y se pone límites: establece hasta dónde puede llegar.
De mal en peor
En un encuentro con el Grupo Interagencial de Género de Naciones Unidas, Cacho significó que lo peor en la industria y el mercado del sexo es que las familias están «normalizando la entrega de sus hijos a tratantes» y con ese dinero sostienen al resto de los miembros del hogar. En tanto los menores prostituidos cumplen con tales funciones, albergan un resentimiento hacia sus progenitores y consideran su cuerpo «separado de sí, como objeto».
Refirió que muchas niñas, niños y adolescentes son utilizados por foráneos estadounidenses, españoles, canadienses. «Vienen de países donde existen leyes sobre el comercio sexual con menores y aquí se sienten liberados para ejercer la trata y explotación sexual».
La investigadora dijo que, según datos obtenidos, 55 por ciento de niñas y niños entre 10 y 16 años han accedido a páginas pornográficas. De manera que el ciberespacio se ha convertido en una herramienta más del vil negocio de la trata sexual infantil.
La periodista subrayó que las redes internacionales de esta trata ilícita enmascaran cada vez mejor sus actividades. Refirió que denunció a un oficial de la Policía Internacional (Interpol) que, desde su cargo, dejaba actuar a empresas dedicadas a esas actividades. Con las pruebas aportadas por Lydia, el hombre fue mandado a prisión.
Pero este es un ejemplo entre miles. La investigadora mencionó en República Dominicana los puntos turísticos donde se desarrolla cada vez más el comercio sexual con jovencitas y niñas. Se refirió a Punta Cana, donde encontró, entre las ofertas de un hotel, menores por quienes los huéspedes extranjeros pagan entre 300 y 500 dólares la noche.
Cacho dijo a SEMlac que, aunque hay un debate internacional sobre si se «psicologiza» demasiado el rescate de las niñas entre 11 y 14 años, lo cierto es que ellas están en su despuntar erótico, enajenadas de su propio cuerpo, al que ven como un objeto. En Asia hay instituciones religiosas que están haciendo ese trabajo de rescate. Lo que prevalece, sin embargo, es la normalización estructural de la explotación.
A los Estados se les hace más difícil juzgarlos como deberían, cuando son parte de la industria hotelera. Y esto está aumentando. En cinco siglos de explotación se vendieron 11 millones de esclavos. Ahora, cada año, son vendidas más de un millón y medio de mujeres, niñas y niños.
Lydia Cacho ha recibido numerosos premios y reconocimientos a su tan arriesgada labor profesional, entre estos la Medalla Olof Palme que confiere la ONU.