La conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, conocida como Río+20, terminó en Brasil con un enorme descontento de la sociedad civil porque el documento final aprobado no asume compromisos con la disminución de los efectos del cambio climático. A su vez, no fueron incluidos en éste las referencias a los derechos sexuales y reproductivos, una de las estrategias que se consideran fundamentales en el control de los gases GEI.Tanto el movimiento de mujeres en particular, como la sociedad civil en su conjunto, rechazaron el documento final, titulado El futuro que queremos, que fue aprobado el viernes 22 por las autoridades presentes en la cumbre convocada por la Organización de las Naciones Unidas. Los reclamos tienen que ver con que el documento no asume los compromisos concretos necesarios para disminuir los gases de efecto invernadero (GEI), y por el contrario, bajo el concepto de economía verde sigue dando vía libre para la contaminación del planeta sin tomar en cuenta los efectos devastadores que ya están aconteciendo. El movimiento de mujeres, por su parte, reclamó la ausencia en el documento de la mención a los derechos sexuales y reproductivos ya reconocidos en otros documentos de la ONU y piedra angular de la estrategia de disminución de los gases GEI desde un enfoque de derechos. En ambos casos, las debilidades del documento final tienen que ver con la presión de sectores económicos y grupos conservadores.
El director general de Greenpeace, Kumi Naidoo, calificó de “completo fracaso“ el resultado de la cumbre. “¿Hay puntos de referencia específicos? ¿Hay recursos específicos (comprometidos)?” se preguntó y agregó que la declaración, al carecer de objetivos específicos, no frenará los problemas crecientes del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la deforestación. Waek Hamidan, identificado por la prensa brasileña como integrante de Climate Action Network Europe, señaló por su parte que el texto era un fracaso porque no abordaba temas cruciales como la eliminación de subsidios a los combustibles fósiles y a la energía nuclear, ni establecía pasos concretos para frenar el deterioro de los mares internacionales. Y Barbara Stocking -directora ejecutiva de Oxfam- observó que si bien “los aspectos básicos están, no hay nada allí realmente por lo cual la sociedad civil haya luchado. No hubo un adecuado proceso para involucrar a la sociedad civil”.
Parte de las responsabilidades del fracaso de la Cumbre fueron adjudicadas a Brasil, país anfitrión, por privilegiar un acuerdo de consenso en desmedro de los compromisos necesarios para enfrentar el cambio climático. Integrantes de la Organización de las Naciones Unidas que siguieron de cerca el proceso reconocieron que hubo presión sobre quienes negociaban.
Género: doble fracaso
Aparte del fracaso general, que afecta a toda la población del planeta en dimensiones que recién estamos comenzando a vislumbrar, las mujeres fueron particularmente perjudicadas ya que parte del acuerdo para lograr el consenso de El futuro que queremos fue la exclusión del mismo de los derechos sexuales y reproductivos. Esto derechos habían sido ya acordados e incluidos en los tratados internacionales de El Cairo (Conferencia sobre Población y Desarrollo, 1994) y Beijing (Conferencia Mundial de las Mujeres, 1995), con lo cual la no inclusión en Río + 20 no es sólo una discriminación sino un retroceso en el respeto de los derechos humanos de las mujeres. También en este caso, quienes participaron de la Cumbre observaron que el país anfitrión cedió a las presiones de la iglesia católica, los países musulmanes y otros sectores conservadores. El ministro de Relaciones Exteriores de Brasil aceptó que la eliminación del término fue una decepción, pero la justificó diciendo que “Brasil no puede confundir sus ambiciones con su papel como negociador en la conferencia”.
Posteriormente a conocerse los contenidos del documento final, la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, convocó a un encuentro de mandatarias -al que asistieron, entre otras: Dilma Rousseff (presidenta de Brasil), Laura Chinchilla (presidenta de Costa Rica), y las presidentas de Suiza y Lituania-, en el que a la vez que valoró que el documento reafirmara “el valor de la lucha contra todo tipo de discriminación con las mujeres, por la igualdad de su participación y su lugar decisivo para un desarrollo sustentable”, reconoció que era resultado del consenso y que algunos países no habían estado de acuerdo con el mismo. “Por eso –agregó- hoy hemos hecho un llamado a las mujeres a seguir en la lucha para lograr la inclusión de todos los derechos”.
Durante este encuentro, fue muy aplaudido el discurso de Mary Robinson -ex primera ministra de Irlanda- quien reprochó la debilidad del documento negociado: “No debe haber ningún retroceso en materia de derechos. Porque los derechos reproductivos son esenciales para las mujeres. En la misma línea opinó la ex primer ministra de Finlandia Tarja Halonen, que manifestó su “frustración” por el resultado final del documento.
¿Por qué son importantes los derechos sexuales y reproductivos?
La inclusión de los derechos sexuales y reproductivos en el documento final de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible es fundamental porque representa un punto clave del sometimiento de las mujeres en la medida en que no se brindan a las mismas las posibilidades para el control de la natalidad, lo cual significa -en el contexto de una sociedad patriarcal- que deban ligar inevitablemente su destino al sostenimiento de la estructura reproductiva de la especie.
Sin embargo, hay otra razón por la cual el tema es clave: los derechos sexuales y reproductivos son una estrategia fundamental para disminuir los gases GEI ya que una de las explicaciones para los actuales efectos del cambio climático es el exceso de población del planeta. En el año 2009, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) publicó el informe Frente a un mundo cambiante: las mujeres, la población y el clima en el que se señalaba que hay dos razones fundamentales por las que la humanidad genera más GEI: el modelo actual de consumo –desproporcionado pero a la vez apoyado en energías no renovables y contaminantes- y el enorme aumento de la población . En este contexto, el acceso a derechos sexuales y reproductivos por parte de mujeres y varones es no sólo una cuestión de derechos sino una herramienta fundamental para la superviviencia del planeta entero. En el informe se señala: “La investigación demográfica ha demostrado que cuando las mujeres y sus compañeros pueden recibir servicios de planificación de la familia focalizados en el cliente, las tasas de fecundidad descienden. A medida que los gobiernos han ampliado los servicios de salud para posibilitar que las mujeres y sus compañeros planifiquen sus familias, la prevalencia del uso de anticonceptivos ha pasado a ser la norma en países tanto desarrollados como en desarrollo, y el tamaño de las familias ha disminuido en un 50%”. No se trataría de ‘controlar’ la fecundidad de la población sino de hacer llegar a todas las mujeres y varones las posibilidades de una sexualidad responsable y conciente, como se estableció en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de las Naciones Unidas que se realizó en El Cairo, de 1994. Los países en desarrollo son la prueba de que a medida que las mujeres tienen mayor autonomía sobre sus cuerpos la natalidad desciende.