Fuente: Clarín
Autora: Guadalupe Rivero
El aislamiento evidencia aquello que al menos las mujeres ya tenían más que claro: la distribución de las tareas domésticas y de crianza recae mayoritariamente en el género femenino. La crisis de cuidados, más presente que nunca.
La cuarentena establecida en el marco de la pandemia de coronavirus puso en evidencia aquello que al menos las mujeres ya tenían más que claro: la distribución de las tareas domésticas y de cuidado recae mayoritariamente en el género femenino. Esta visibilización implicó también una desromantización generalizada de la maternidad, donde las experiencias de cada una muestran un lado b tan real como agotador en lo que a hijos respecta.
Según un informe realizado por el portal de empleos Bumeran junto a la consultora Bridge The Gap, el principal impacto de la pandemia se encuentra en aquellas que deben trabajar desde sus hogares y que tienen hijos menores de 12 años. Para las mujeres que tienen niños de esta edad, el cuidado y la crianza se vuelve la principal tarea (cuidar, 16%). Respecto a la capacidad de lograr un equilibrio entre la vida personal y profesional en cuarentena, el 45% considera que lo intenta, pero no siempre lo logra. Además, el 21% de las mujeres declara que una de las tareas que menos puede realizar es descansar.
“Lo que trajo la pandemia fue, justamente, romper con el sistema logístico del cuidado de las personas. Es decir, no hay escuelas, los geriátricos también hicieron síntoma, de repente nos quedamos sin personal doméstico y se hizo visible todo aquello de lo que venimos hablando desde la perspectiva de género. A esto se le llama crisis global de cuidados”, dijo a Clarín Cintia Gonzalez Oviedo, directora de Bridge The Gap.
Cuando se dice que “eso que llaman amor es trabajo no pago”, se habla justamente de esto. “Es un trabajo enorme no remunerado que quedó al descubierto con la pandemia, que sostiene al mercado productivo para que sea posible y que, de repente se visibilizó en los hogares en situación de confinamiento”, aseguró Gonzalez Oviedo.
Si bien la economía del cuidado aparece en la agenda de las organizaciones feministas con reclamos de larga data, este contexto de encierro y trabajo a distancia fue el escenario ideal para retomar la discusión. “Durante el aislamiento obligatorio se forzó esta conversación de cómo las familias se van a repartir la distribución de tareas porque, además, tanto la madre como el padre, tienen que trabajar. Es decir que se puso sobre la mesa de las familias el repensar los acuerdos (esto en el caso de las familias donde hay más de dos adultos, porque hay muchas mujeres que están solas con sus hijos y ahí no hay acuerdo posible)”, sostuvo. En ese sentido, es un gran momento para romper con los roles de género y reflexionar sobre una redistribución más equitativa pospandemia.
La casa, los chicos y el trabajo son parte de la demanda continua a la que hoy deben responder las mujeres, más sobrecargadas aún desde el 20 de marzo, cuando comenzó el aislamiento social, preventivo y obligatorio. A todas las labores habituales, ahora se suma también el colegio: según UNICEF Argentina, en casi 7 de cada 10 familias, son las madres las que apoyan a sus hijos e hijas para realizar los deberes escolares.
¿Cuáles son las consecuencias de todas estas exigencias? “El mayor impacto tiene que ver con dos cosas: por un lado, ya se está hablando de triple jornada, que son las mujeres que están a cargo de la administración de las tareas escolares, sumándose a la carga doméstica y laboral. Y, por otro lado, están las mujeres madres que además de tener esta sobrecarga de tareas docentes que antes estaban resguardadas y direccionadas en la escuela tienen la responsabilidad de la contención emocional de las infancias, es decir que hoy más que nunca las niñas y los niños sin contacto social necesitan contención emocional. Hay una demanda mayor tanto física como emocional”, detalló Gonzalez Oviedo. Para ella, ésta “es una situación casi insostenible” que amerita modificaciones que partan “desde el Estado y desde el mercado laboral”.
Un poco de humor
-“¿Cómo va la cuarentena?”
-“Bien, dijo nunca una madre en la historia de la humanidad”.
El diálogo encerrado en una viñeta de Maia Llinares, diseñadora a cargo de la cuenta de Instagram Mami rompo todo, resume la situación dela maternidad por estos días.
¿Cómo logra ponerle humor a la crisis? “Desde que soy madre trato de descontracturar un poco las cuestiones que tienen que ver con la maternidad, de sacarle el drama y lo trágico. Me criaron como que todo es un dramón y me parece un embole, hay otras maneras de procesar las cosas. A través de la ilustración encontré un formato donde poder expresar eso y donde reírme de todo esto”, aseguró.
«El tiempo de las mujeres era una ilusión»
Para ella, el aislamiento puso en evidencia que “el tiempo de las mujeres era una ilusión, era el tiempo en que los niños estaban en la escuela”. “Ahora que no van, ¿quién es la que le pone el pecho, el lomo y la cabeza para que el niño se siente, haga la tarea, para ver qué le pasa y cómo está procesando todo esto?”, se preguntó. En esa línea, Maia destacó que “cuando no esté la urgencia de la salud, tiene que estar en la agenda pospandemia todo lo relativo a los derechos laborales, para que todo se equilibre más”.
Según Llinares, “la desromantización de la maternidad era un proceso que ya se venía dando antes de la pandemia”, ya que “nuestra generación se dio el permiso de hablar mal de la maternidad y de decir qué cosas nos hinchan las pelotas”. En tanto, reconoció que la cuarentena potenció toda esa espontaneidad: “ La pandemia lo llevó a un extremo porque no tenemos escapatoria, no te queda otra que sincerarte”, concluyó.