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Hilma af Klint: La mujer que pintaba para el futuro

Hilma af Klint nació el 26 de octubre de 1862 en Solna, un municipio al norte de Estocolmo, en Suecia. Hija de Mathilda Sonntag y del almirante Victor af Klint, la joven se crió junto a sus tres hermanos en el seno de una familia adinerada y con amplios intereses intelectuales. Desde pequeña, Hilma tuvo acceso a la gran biblioteca de sus padres y se sumergió en lecturas que despertaron su curiosidad y su sed de conocimiento.  Fue pionera del arte abstracto que se adelantó a Kandinsky. Cinco años antes de que Kandinsky publicara ‘De lo espiritual en el arte’, la pintora sueca Hilma af Klint ya había creado sus primeros cuadros abstractos.
Hilma af Klint en su estudio de Estocolmo, 1895.

En 1935, el pintor ruso Vasili Kandinsky le escribió una carta a su galerista en Nueva York en la que se proclamaba autor del primer cuadro abstracto de la historiaHaciendo referencia a una acuarela pintada en 1910, el artista afirmó: “sin duda, es la primera pintura abstracta del mundo se trata, en otras palabras, de un cuadro histórico”. Lo que Kandinsky no sabía era que, años antes de que él empezara a experimentar con el arte no figurativo, la pintora sueca Hilma af Klint ya se había adentrado en aquel universo inexplorado y había creado la que realmente era la primera serie de cuadros abstractos de la historia del arte.

Sin embargo, a diferencia de Kandinsky, Hilma af Klint rehuyó del ojo público y mantuvo su obra en secreto durante prácticamente toda su vida. De hecho, incluso pidió que sus cuadros no se exhibieran hasta veinte años después de su muerte, asegurando que, en aquel momento, el mundo no estaba preparado para entender su arte. Por eso, durante décadas, el nombre y la obra de la verdadera pionera del arte abstracto quedaron en la sombra, esperando pacientemente a que la humanidad avanzara hacia el futuro para el que había pintado Hilma af Klint.

Siguiendo su temprana vocación artística, a los dieciocho años Hilma af Klint ingresó en la Universidad de Artes, Oficios y Diseño de Estocolmo para estudiar pintura y poco después, en 1882, se matriculó en la Real Academia Sueca de las Artes, uno de los pocos centros europeos que admitían mujeres en aquella época. Entre 1882 y 1887 aprendió el arte del retrato y el paisaje, llegando a ser una de las alumnas más brillantes de la Academia. Tras graduarse con honores, el centro la premió facilitándole un piso-estudio en Kungsträdgården, el barrio más artístico y bohemio de la ciudad, para que pudiera continuar con su labor creativa. De esta manera, Hilma af Klint se trasladó junto a otros dos compañeros a su nuevo hogar en el corazón de Estocolmo y tuvo la oportunidad de entrar en contacto con grandes pintores, asistir a sus exposiciones e integrarse en los círculos artísticos y feministas de la ciudad. 

Del naturalismo al arte abstracto

Hilma af Klint en la Akademien de Estocolmo, 1885.

Hilma af Klint formó parte de la primera generación de mujeres europeas que pudieron estudiar en escuelas de arte, pero, pese a adquirir un éxito como pintora naturalista que le permitió vivir de sus cuadros de paisajes y retratos, el hecho de ser mujer la dejó fuera de los grupos artísticos del momento.

Además, el dolor y trauma que le había provocado la temprana muerte de su hermana Hermina, que había fallecido tras contraer una fuerte gripe a los diez años, hizo que af Klint buscara respuestas más allá de la ciencia o de lo visible.

En 1896 la pintora fundó, junto a otras cuatro amigas, un grupo llamado De Fem o Las Cinco, con el que empezó a practicar sesiones de meditación y espiritismo. El grupo formado por Sigrid Hedman, Cornelia Cederberg, Mathilda Nilsson, Anna Cassel y la propia Hilma af Klint se reunía todos los viernes para entrar en contacto con «guías espirituales» de otras dimensiones que les enviaban mensajes que ellas reflejaban a través de la pintura y la escritura automáticas. Hilma fue la componente del grupo que dirigió más veces las sesiones espirituales, ya que tenía la capacidad de canalizar estos mensajes aún estando consciente. En una de las sesiones, los Altos Maestros (tal y como ellas llamaban a los guías) les pidieron que mostraran al mundo lo que habían visto en aquella dimensión espiritual. Las amigas rechazaron dedicarse a esa tarea, sin embargo, Hilma af Klint aceptó el encargo e inició, de esta manera, su primera serie de cuadros abstractos, titulada Las pinturas para el templo.

Una obra mística y disruptiva

A partir de ese momento, Hilma af Klint cambió radicalmente su estilo pictórico e inició una doble vida en la que, por un lado, seguía pintando paisajes y retratos para subsistir económicamente y, por otro, se entregaba a la creación de nuevas obras místicas y disruptivas, adentrándose así en el ignoto mundo del arte abstracto. Entre 1906 y 1912, Hilma af Klint pintó los 193 cuadros que completan la serie Las pinturas para el templo. Esta serie se convirtió en el epicentro del desarrollo de su lenguaje abstracto y en la primera colección de obras abstractas de la historia. “Los cuadros fueron pintados directamente a través de mí, sin dibujos preliminares y con gran fuerza. No tenía ni idea de lo que se suponía que representaban las pinturas, sin embargo trabajé rápida y segura, sin cambiar una sola pincelada”, afirmó la propia artista.

Durante esta primera fase creativa, af Klint también desarrolló las series ErosLas grandes pinturas de figuras Los diez mayores, una colección de diez cuadros de gran formato en los que representó las cuatro etapas de la vida. En sus innovadoras obras, af Klint empezó a utilizar colores planos y tonos pastel, algo que no se había hecho hasta el momento, y se dejó llevar por los Altos Maestros que decía que guiaban su pincel a través del lienzo, trazando círculos, óvalos, líneas, triángulos y espirales de manera recurrente.

Influencias de la teosofía y la antroposofía 

Durante los primeros años del siglo XX, Hilma participó en diversas exposiciones, tanto individuales como en grupo, en las que dio a conocer su obra naturalista. Además, la pintora viajó por Alemania, Noruega, Holanda, Bélgica e Italia, junto a otros compañeros, y se unió a la Sociedad de Mujeres Artistas Suecas. Sin embargo, en 1909, af Klint se alejó de la escena artística para cuidar a su madre dependiente, que sufría ceguera, con quien estuvo conviviendo hasta 1912.

Aquellos años, Hilma empezó a estudiar la obra literaria de Rudolf Steiner, el miembro más destacado de la Sociedad Teosófica y fundador de la antroposofía, a quien la artista había conocido en 1908. Estos textos influyeron enormemente tanto en su pensamiento como en su obra pictórica, determinando futuras series como Los cisnes La paloma.

       

‘El cisne, Nº1’, obra pintada en 1915                       ‘El cisne Nº 17’, obra pintada en 1915

Después de 1912, Klimt finalizó Las pinturas para el templo y pintó muchas otras series, entre ellas Altarpieces, en la que integró todos los conceptos y símbolos representados en sus obras anteriores, y las series Parsifal y Átomo, pintadas bajo la alineación de la geometría abstractaEntre 1917 y 1918, la artista decidió parar su creación y se dedicó a investigar y estudiar su propia obra, tratando de entender el universo que había pintado hasta entonces.

A raíz de este estudio, Hilma af Klint escribió un libro de casi dos mil páginas titulado Estudios de la vida espiritual y completó decenas de cuadernos en los que analizó y teorizó sobre sus propios cuadros. Además, la artista inició otra colección de cuadernos en las que recreó una miniatura de todas y cada una de sus obras y añadió una fotografía en blanco y negro de las mismas.

Los cuadros de af Klint eran de grandes dimensiones y, por lo tanto, era complicado transportarlos. Por eso, la artista ideó un pequeño “museo maleta” (es decir, un maletín en el que guardaba estas libretas) que se llevó consigo en sus viajes para poder mostrar su arte.

Una obra sin precedentes

En 1920, después de que su madre falleciera, Hilma af Klint viajó a Suiza para reencontrarse con Rudolf Steiner. Allí se unió a la Sociedad Teosófica y continuó con el estudio de sus textos. Durante esta época, la artista pintó una nueva serie dedicada a las grandes religiones del mundo y otra titulada Las flores y los árboles, en la que se desprendió por completo de su simbología geométrica, en un intento de retratar la dimensión espiritual de la naturaleza.

De esta manera, af Klint volvió a fijarse en los elementos naturales que le habían inspirado al inicio de su carrera para plasmarlos, esta vez, desde una perspectiva completamente diferente. Hilma af Klint pidió que su obra no se hiciera pública hasta veinte años después de su muerte.

Entre 1922 y 1941, la artista se dedicó profundamente a los estudios teosóficos y pintó sobre todo acuarelas. También comenzó la revisión y edición de sus cuadernos, con la ayuda de su íntima amiga y, según algunas fuentes, compañera romántica, Anna Cassel. Aquellos años, af Klint ideó un plan para construir “un museo para mostrar qué hay más allá de la materia” y exhibió una pequeña parte de la serie Pinturas para el templo en la Conferencia Mundial de Ciencias Espirituales organizada por la Sociedad Antropológica de Inglaterra en 1926.

La artista había creado una obra sin precedentes, sin embargo, sentía que la sociedad no estaba preparada para apreciar su arte. En una ocasión, su amigo y maestro Rudolf Steiner le aconsejó que esperara hasta cincuenta años después de su muerte para revelar su creación al público. Ella, sin embargo, dejó escrito en su testamento que sus obras debían permanecer ocultas hasta veinte años después de que ella falleciera.

A principios de la década de 1940, Hilma af Klint se mudó junto a su prima Hedvig af Klint a Djursholm-Ösby, en Estocolmo. Fue allí donde, el 21 de octubre de 1944, poco antes de cumplir los 82 años, la artista falleció tras sufrir un accidente en tranvía.

El descubrimiento de la obra de Hilma af Klint

Siguiendo la petición especificada en su testamento, dos décadas después de que Hilma af Klint muriera, su sobrino Erik af Klint, último heredero de la artista, abrió los enormes baúles en los que se había guardado toda su obra y, en su interior, encontró 1.300 cuadros, 124 libretas repletas de anotaciones y 26.000 páginas escritas a máquina.

Poco después, en 1986, se celebró la primera exposición dedicada a la obra de Hilma af Klint en Los Angeles. Sin embargo, por aquel entonces, Kandinsky, Mondrian y Malévich ya se habían consolidado como “padres del arte abstracto” y ella, lejos de ser reconocida como pionera del mismo, quedó relegada a un segundo lugar.

De hecho, muchos museos rechazaron incluir sus cuadros en las colecciones de arte abstracto y la obra de af Klint, escondida durante años, tendría que esperar algunas décadas más para ser valorada y apreciada.

           

Exposición retrospectiva de la obra de Hilma af Klint en el museo Guggenheim de Nueva York, 2018.

En 2013, casi setenta años después de la muerte de af Klint, el Museo de Arte Moderno de Estocolmo organizó la primera exposición retrospectiva de su obra. Poco después, en 2018, el museo Guggenheim de Nueva York celebró otra importante exhibición que fue alabada por los medios, cosa que hizo que el público acudiera en masa a visitar los cuadros de Hilma af Klint y que la exposición fuera la más visitada de la historia del museo hasta el momento. A partir de entonces, el mundo empezó a apreciar el arte de la pintora que, durante la primera mitad del siglo XX, pintó para los ojos del público que viviría los inicios del siglo XXI. Sin embargo, pese a ser una figura imprescindible de la historia del arte, el nombre de Hilma af Klint sigue siendo menos conocido que el de sus coetáneos, por eso, a día de hoy, se sigue reivindicando su papel como pionera de una de las corrientes artísticas más importantes del siglo XX y como mujer artista que revolucionó la pintura para siempre.

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