Fuente: Paginasiete
Autora: María Eugenia Rojas Valverde
Una reflexión sobre las tensiones en las relaciones de poder entre hombres y mujeres y las políticas encaminadas a la igualdad.
El triple nexo entre capital corrosivo, la buena gobernanza y los impactos de género, constituye una aproximación de abordaje en la temática cada vez más relevante y en expansión por el mundo, ante la creciente incorporación de las mujeres a la economía y las finanzas. Los desafíos de gobernanza son múltiples, más aún si son planteados desde el ingreso corrosivo de capital en Bolivia diferenciado por género.
María Eugenia Rojas y Johnny Villarroel, desde el Centro de la Realidad Económica y Social (CERES), abordan la temática sobre el capital corrosivo y los retos de la buena gobernanza desde una perspectiva de género que implicó visibilizar el campo del juego (político, económico, financiero y social) siendo posible reflexionar sobre las tensiones en las relaciones de poder entre hombres y mujeres, y en políticas encaminadas a la igualdad que a su vez faciliten el acceso de las mujeres a estos ámbitos.
La democracia permite la confrontación, la concertación y el diálogo entre sujetos políticos como herramientas fundamentales para el logro de una convivencia en condiciones de equidad. Es decir, que, para mantener un modelo democrático, hay que tener en cuenta su gobernabilidad con rasgos inclusivos.
“El desarrollo en un contexto globalizado e interdependiente surge del legado de las estructuras sociales y coloniales”, Ellis E. (2021), a lo que se añade la abundancia de los recursos naturales y la integración a un sistema mundial de estas características, que establecen relaciones de poder y el ejercicio hegemónico en la lucha por la dominación, resultando en una desigualdad y un pobre desempeño económico e institucional convertida en una constante en la historia, no solo de Bolivia, sino de toda Latinoamérica.
Se propone un tipo de desarrollo género sensitivo que busque eliminar todo tipo de discriminación y cerrar las brechas de género como un principio rector, sumado al empoderamiento económico basado en su capacidad de agencia y la iniciativa privada (ONU – Mujeres, 2016).
Sin embargo, queda claro que, de mantenerse la tasa de progreso actual, serían necesarios 74 años para alcanzar la paridad de género en América Latina y el Caribe, según el informe del Foro Económico Mundial. Asimismo, el incremento de la participación de las mujeres en los espacios sociales, políticos, económicos, educativos y comerciales de Bolivia ha dado lugar al surgimiento de empresas desarrolladas y dirigidas por mujeres. Si bien las empresas creadas y lideradas por mujeres contribuyen al desarrollo económico del país, aún existen muchos factores que limitan su crecimiento y expansión.
La forma en las que inversiones en género surgen en el mercado, o las inversiones de impacto, determina las oportunidades de inversión y facilita un mayor conocimiento sobre las tendencias del mercado, observar la oferta y la demanda de la inversión en este espacio y las prácticas más usuales.
Algunas actividades promueven la equidad y el liderazgo de la mujer en el lugar de trabajo, le brindan acceso a capital y/o productos y servicios que mejoran su vida. Otros poseen una experiencia más limitada o ven este tema como parte de objetivos de sostenibilidad más amplios. Por tanto, establecer los impactos en el análisis desde la perspectiva de género a partir del capital corrosivo, o constructivo en diversos sectores, tanto estatal como privado, en ámbitos como el financiero, entre otros, ha implicado serios desafíos.
Algunos autores sostienen que las prácticas y normas culturales existentes a menudo restringen el avance de las mujeres en el lugar de trabajo y la mayoría de los productos y servicios financieros a los que tienen acceso siguen siendo diseñados para hombres. En general, las mujeres en Bolivia tienen una mayor participación en el sector terciario con una gran brecha de 7,4 puntos con respecto a los hombres, ya que este sector incluye las actividades comerciales y de servicios, que son realizadas principalmente por mujeres.
Adicionalmente, las mujeres tienen una participación del 39% en la cartera de crédito nacional (ASFI marzo de 2020) y dada su necesidad de generar capital de riesgo e ingresos económicos, las mujeres en el rango de edad de 21 a 49 años presentan un mayor nivel de endeudamiento en el sistema financiero nacional, con habilidades precarias para desarrollar un plan de negocios. Sin embargo, todavía existe la percepción de que las mujeres enfrentan mayores dificultades para acceder a la financiación.
“Una alta afluencia de cualquier capital conduce a mayores riesgos, uno de ellos “la corrupción” Oporto H. (2021).
Este es especialmente el caso del capital corrosivo, que se origina en estados autoritarios. Este tipo de capital, ya sea estatal o privado, carece de transparencia, rendición de cuentas y orientación al mercado. El capital corrosivo explota y exacerba las brechas de gobernanza para influir en los desarrollos económicos y políticos en los países receptores. Muchos países de la región luchan con un Estado de derecho débil, una aplicación regulatoria desigual, controles y equilibrios insuficientes en la toma de decisiones gubernamentales y actores de la sociedad civil no organizados.
El capital corrosivo puede explotar fácilmente estas debilidades, obstaculizando las capacidades de los países para gobernar de manera efectiva e incluso volviendo a muchas instituciones gubernamentales serviles de este capital. Cuando grandes sumas de dinero fluyen a través de las brechas de gobernanza, esas brechas se amplían, exacerbando así el impacto negativo en la gobernanza en los países receptores y, se cree, potencialmente ampliando las “desigualdades”.
El país ha experimentado cambios políticos significativos, y el objetivo principal de la investigación fue resaltar los impactos del capital corrosivo en actores por género, identificar los factores que inciden para reducir la probabilidad de que este capital tenga efectos corrosivos y adversos en las ya empobrecidas economías de las mujeres profundizadas por el covid-19, además de aumentar la conciencia pública sobre la transparencia financiera e influir en cambios a nivel de políticas para mejorar la calidad de la gobernanza en Bolivia [1].
“De mantenerse la tasa de progreso actual, serían necesarios 74 años para alcanzar la paridad de género en América Latina y el Caribe”.