Próximos a conmemorarse nuevamente el Día de la Mujer, es oportuno reflexionar acerca del importante papel que juega la escuela en perpetuar o reducir las desigualdades de género.
Como todos sabemos la escuela es portadora de un mandato social, que le fuera asignado históricamente, su papel se encuentra determinado por factores políticos, sociales y culturales. Su responsabilidad es trasmitir los conocimientos, habilidades y valores culturales que son socialmente aceptados, en un marco de libertad, equidad y respeto.
Sin embargo de manera más o menos explícita vemos como se manifiestan y perpetúan determinados estereotipos. Cada persona que habita estas instituciones son portadoras, a veces de manera inconsciente, de determinadas concepciones acerca del rol de la mujer, que se legitiman dentro del quehacer pedagógico a modo de prescripciones o expectativas.
Es preciso entonces tomar conciencia de las formas sutiles del trato diferenciado entre niñas y niños a través del lenguaje, los gestos, los juegos, el tipo de respuesta, el chiste, la comparación, lo “femenino” y lo “masculino” que crean prácticas sexistas en las que se suele situar a la mujer en una posición inferior a la del hombre. García Morante señala que la ejemplaridad constituye un elemento esencial en la profesión docente “…porque la acción del docente sobre el educando no se cumpliría correctamente si el educando descubriera en el docente
los mismos defectos o vicios contra los cuales el docente predica”.
Quién soy yo y qué me define, lo que soy y lo que no soy, está estrechamente relacionado con los demás y con nuestro entorno. Sartre sostiene que es por el otro que constituyo mi objetividad. Su mirada cambia la perspectiva que tengo sobre lo que me rodea y sobre mí mismo, al mirarme me valora, me juzga, me define.
La jornada escolar constituye, en parte, la vida cotidiana de los estudiantes. En este transcurrir se producen una compleja red de representaciones, un modo particular en que se crean relaciones entre sujetos, prácticas, rituales.
Con la misma fuerza con la que es capaz de perpetúan determinados estereotipos es posible pensar al rol docente y a la escuela como elementos determinantes en la superación de esta problemática y alcanzar el cambio sociocultural necesario para que hombres y mujeres disfrutemos de nuestra dignidad como personas.