El judaísmo más aperturista, el que trata de alejarse del rigorismo de los ultraortodoxos, acaba de apuntarse un tanto histórico: un juez de la Corte de Jerusalén ha dado la razón a un grupo de mujeres que, durante los últimos 25 años, ha peleado por rezar ante el Muro de las Lamentaciones usando signos de la liturgia que los haredíes entienden como exclusivos de los hombres, como los tallitot o mantos de oración; las kipás, el clásico gorro judío; y los tefillin, unas cajas de cuero con textos de la Torá que se atan a la cabeza y el brazo. Más allá del hecho puntual de que la Justicia entienda que pueden usar estos símbolos sin ser por ello unas “provocadoras” está el hecho de que la sentencia, conocida el jueves, resquebraja el monopolio de los ortodoxos, que aplican sus normas en el lugar más santo para los judíos y supone una victoria de aquellos que entienden la religión como un punto de encuentro para la fe, y no una lista de obligaciones y límites. Esto es, la mayoría de la población de Israel.
El juez Moshe Sobel ha dictado que el hecho de que las Mujeres del Muro, la asociación que cobija a estas defensoras de la libertad de culto, acudan cada inicio del mes judío al Muro de las Lamentaciones con estos hábitos supuestamente masculinos “no es una violación de la costumbre local”, que es lo que el Reglamento de Protección de los Santos Lugares recomienda que se preserve. “La naturaleza de las costumbres cambia con los tiempos”, sostiene el magistrado, por lo que no se puede entender que sea forzosamente la lectura ortodoxa la que deba aplicarse en la explanada. Las mujeres, según los haredíes, no pueden siquiera cantar sus oraciones, porque su voz es extremadamente tentadora.
En estos años, sucesivas sentencias y reglamentos del Ministerio de Justicia (en 2003 y 2005) avalaron la postura de los ortodoxos. En ellos se apoyaba la Policía para detener a las mujeres, entre cinco y ocho en cada uno de sus rezos mensuales. Así, desde hace casi tres décadas. El juez dice ahora que “ninguna ley prohíbe a las mujeres rezar en ningún sitio concreto” del Kotel –muro occidental, en hebreo-, por lo que incluso podría abrirse la puerta a un rezo mixto, cuando ahora la pared está dividida entre la zona de hombres y la de mujeres, como si fuera una sinagoga ortodoxa a cielo abierto.
“El Muro ha sido liberado para todo el pueblo judío. Al fin todas podremos expresar nuestra espiritualidad en el modo en que deseemos”, sostiene Anat Hoffman, la presidenta de Mujeres del Muro. “Esta es una fiesta de liberación”, añade. Muchas mujeres, recuerda, han acudido a sus rezos sin kipá o manto, “porque esa es una pelea parcial”. “Lo importante de esta sentencia es que por primera vez indica que todos tenemos el mismo derecho a estar cerca del lugar santo entre los santos [donde se supone que se custodió el Arca de la Alianza] en el modo en que más nos apetezca”, añade.
De hecho, la sentencia no entra a valorar si tienen o no derecho a otra de sus grandes batallas, la lectura ante el muro de los rollos de la Torá, intocables para la mujer según los haredíes. “Vamos paso a paso. Son símbolos para nosotros, pero lo que trasciende es el halo de libertad y de respeto que hemos conquistado gracias al juez”, añade Bonie Riva Ras, vocal de la asociación y una de las mujeres detenidas a principios de mes sólo por llevar su tallit. Fue condenada a estar tres meses lejos del Muro de las Lamentaciones. Ahora su pena queda borrada. La Policía de Israel, que ejecutaba los arrestos, “respeta” la decisión judicial y por ahora no va a recurrirla.
“Lo incomprensible es que Israel, que es el Estado judío, no tenga la libertad de expresión suficiente, que este monopolio esté en manos de la ortodoxia. Ellos creen que tienen el derecho a determinar cómo debe ser el judaísmo de todos”, denuncia la rabina Sandra Kochmann. “Los haredíes son sólo una parte de los 15 millones de judíos del mundo y dominan cada paso de nuestro país. Es hora de que los que no actuamos igual, que somos mayoría, tengamos un lugar”, abunda.
A este triunfo en los juzgados se suma otra esperanza, la propuesta de la Agencia Judía de Israel para construir una sección adicional de muro en la zona sur de la pared, de igual tamaño y naturaleza del que ahora se venera, donde el culto sea totalmente igualitario. Las Mujeres del Muro ya emplean este espacio, conocido como Arco de Robinson, y ofician 800 ceremonias al año sobre un tablado improvisado. Ahora tendrán un espacio abierto 24 horas, estable, y sin la presión de los haredíes. La propuesta tiene el visto bueno del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y del 76% de la población, según una encuesta de la Universidad de Tel Aviv.
Shmuel Rabinovitz, el rabino a cargo del Muro de las Lamentaciones, reconoce que no le gusta la idea pero “podría vivir con ella”, afirma en un comunicado. Un mal menor, viene a decir. De momento, su equipo de abogados estudia ya el fallo para ver cómo deben comportarse con las combativas mujeres cuando acudan de nuevo a rezar con lo que ellos llaman “disfraces que insultan al Judaísmo”.