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Mujeres en la economía digital

Fuente: Cenital
Autora: Jimena Valdez

Tres maneras en las que las mujeres la pasamos peor en el mundo digital: redes, oficinas e Instagram.

El 8 de febrero Úrsula Bahillo fue asesinada por su ex novio, el policía Matías Martínez. En Argentina en 2021 mataron a una mujer cada 22 horas. Las estadísticas de femicidios en este país son estables hace años: desde 2009 hasta acá los casos se movieron entre 231 y 299 (estos datos los reporta Natalí Schejtman en este artículo). El caso de Úrsula tuvo mucho impacto como tienen algunos de los muchísimos casos por diferentes razones: por la saña, por la inoperancia y/o incapacidad del Estado para protegernos, por lo predecible. Algo que colaboró a la sensación de hartazgo y desesperación fueron los muchos avances de los últimos años. Las mujeres en las calles (nucleadas alrededor del movimiento Ni Una Menos), la creación de nuevas dependencias estatales (el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad es el más alto, y de allí para abajo) y una mayor proporción de mujeres en puestos relevantes (aunque no al momento de discutir política económica como vemos acá por enésima vez), las leyes (Ley de Educación Sexual Integral, la Ley Micaela, Ley de Protección Integral a las Mujeres y recientemente el derecho a la Interrupción Voluntaria del Embarazo), y más. La sensación es que las cosas han cambiado. ¿Y entonces?

Con la desazón en la mano y la convicción de que hay que hablar más de esto, de que no podemos no hablar de esto, mandé un mensaje al grupo de WhatsApp que tengo con mis amigos del secundario. Somos siete hombres, y dos mujeres (hay otro hombre en el grupo, pero hace tiempo dejó las redes marca Zuckerberg y ya no para en WhatsApp). Conversamos sobre femicidios, sobre la desesperación, la tragedia, sobre la justicia, la policía, los cursos, sobre qué se puede hacer. Ese mismo día más tarde seguí la conversación por el lado de la violencia cotidiana hacia las mujeres que, justamente, tiene una de sus tantas expresiones en las redes. Allí ya no hubo acuerdo, y algunos de mis amigos me explicaron que las mujeres que reciben más violencia es porque son muy provocadoras, que a las mujeres les dicen cosas pero a los hombres también, y todos esos comentarios que ya los conocés porque son un lugar muy común.

Este newsletter habla entonces de tres maneras en que la vida de las mujeres es más difícil que la de los hombres también en el mundo digital.

1. Violencia en redes

Hay una anécdota que no me olvido más. Hace años escuché un podcast del New York Times llamado Caliphate que era una investigación sobre el Estado Islámico (el podcast ahora ha sido retirado porque al parecer la investigación no fue lo suficientemente buena y no toda la información estuvo correctamente chequeada). La autora del podcast y periodista del NYT se llama Rukmini Callimachi y entrevistó a ex militantes, consiguió y repasó documentos, se movió entre países, y varias cosas más como parte de su investigación. En una entrevista ella contaba que los militantes del Estado Islámico conversaban en foros de internet y, en ocasiones, se referían a ella. ¿Qué decían estos hombres jóvenes creyentes en una idea superior, un nuevo orden y dispuestos a dar la vida por todo eso? Que ella era gorda.

“¡Pero a los hombres también les dicen cosas!”.

Gorda debe ser lo que más le dicen a las mujeres. Cuando una mujer dice que un hombre la acosó, la respuesta muchas veces es “pero quién te va a querer acosar a vos, gorda”. Cuando una mujer se queja de algo en un supermercado, la respuesta muchas veces es “dejá de quejarte, gorda”. Cuando una mujer aparece en la tele hablando de algo que sabe, la respuesta muchas veces es “¿y esa gorda?”. Cuando una mujer dice cualquier cosa en Twitter que le molesta a cualquier hombre, la respuesta es “gorda”.

Investigadores de la Universidad de Maryland hicieron un experimento en el que crearon cuentas falsas y las mandaron a interactuar en chat rooms. Las cuentas que tenían un nombre femenino recibieron en promedio 100 mensajes sexualmente explícitos o amenazadores por día, mientras que las cuentas con nombre masculino menos de 4. Un estudio del Pew Research Center encontró que hombres y mujeres son víctimas de acoso online, pero el Centro diferencia entre acoso menos grave y más grave. Las formas menos graves de acoso son que te llamen por apodos y te avergüencen; de acuerdo al estudio, esto suele sucederle a los hombres. Las formas más graves de acoso son el sexual y stalking, y, dice este estudio, esto le pasa más a las mujeres. Este otro análisis sobre cyberbullying también encuentra que las mujeres sufren más acoso sexual online, además de recibir más insultos. Este indica que el acoso online, y especialmente la violencia y el acoso sexual facilitados por la tecnología, es experimentado con más frecuencia por mujeres que hombres, y más por mujeres en la última parte de su adolescencia y alrededor de veinte años, que en otras edades.

En el libro Hate Crimes in Cyberspace la investigadora Danielle Citron detalla las muchas variantes de daño online y su gravedad: amenazas sexuales, difamación, revenge porn, el acoso, el abuso sexual, entre otras. Todas ellas son facilitadas por internet, y en general son sufridas más por mujeres que hombres. Entonces Citron hace una operación interesante: compara cómo tratamos este fenómeno con cómo hablábamos de la violencia doméstica y el abuso sexual hace años. En primer lugar, se dice que es culpa de la víctima. En segundo lugar, se disculpa como un daño colateral de la supuesta maravilla que es internet desregulada y libre. En tercer lugar, se califica a las víctimas como quejosas, demasiado sensibles, histéricas y no muy pillas dado que no valoran el reino del free speech. Citron supone que ya no hablamos así de la violencia física, pero el paralelo es iluminador de todos modos. La violencia en redes es real, es dañina y afecta más a las mujeres.

Aquí hay un informe de Amnistía Internacional sobre el abuso a las mujeres en Twitter. Se basa en entrevistas y encuestas, por lo tanto, se basa en las percepciones de las mujeres. Voy a decir algo obvio: solo será relevante para vos si te parece que lo que las mujeres expresan, lo que dicen que les pasa, lo que dicen que experimentan, tiene algún valor.

2. Mujeres en la economía digital

En febrero de 2017, Susan Fowler publicó un post en su blog en el que detallaba lo que había vivido durante un año de trabajo en Uber (no como conductora de autos ni delivery de comida, sino como empleada súper calificada de la casa matriz, con buenas condiciones y un sueldo alto). Apenas llegó y se metió en el equipo que más le interesaba por su experiencia y conocimiento, su jefe le propuso tener relaciones sexuales.

“¿Pero por qué no se quejan?”.

Ella lo reportó a Recursos Humanos donde le dijeron que era la primera ofensa del señor y que no querían arruinarle la carrera por tan poca cosa. Entonces ella podía a) Irse a otra área, o b) Quedarse y bancarse la evaluación negativa que su jefe seguramente haría (porque se iba a enterar de la denuncia). Fowler señaló que esto no se trataba realmente de una elección, y se fue a otra área. Al pasar más tiempo en la empresa, Fowler se enteró que a) Este señor era un acosador prolífico (o sea, no era de ningún modo su primera ofensa) y b) Estas situaciones eran muy comunes en Uber. Más tarde le pasaron otras cosas que ella califica desde horribles hasta ridículas: obstáculos para crecer en la empresa a pesar de tener calificaciones máximas y la negativa de la compañía a comprarle camperas de cuero a las empleadas porque eran tan pocas que no conseguían el descuento por cantidad que habían conseguido para las camperas para los empleados hombres. Finalmente, luego de un año de trabajo, Fowler se fue de Uber y escribió el post que se hizo muy conocido. En este artículo ella cuenta la pesadilla que siguió al post con llamados, amenazas, gente que la seguía, etc.

En el momento en que Fowler hizo pública su experiencia el CEO de Uber era uno de sus dos fundadores, llamado Travis Kalanick. En una entrevista con la revista GQ Travis llamó a Uber “Boober” (“boobs” es tetas en inglés) porque su éxito empresarial le había conseguido muchas mujeres. Se ve que la decencia estaba demasiado cara y la plata que ganó no le alcanzó para comprarse ni un poco. Sin embargo, todo está lejos de ser un problema de Uber.

Los datos de la industria tecnológica indican que las mujeres son el 25% de los empleados y el 11% de los ejecutivos. Las empresas lideradas por mujeres reciben el 2% del financiamiento de venture capital –la fuente principal y clave de financiamiento de startups–. Empleadas mujeres de Google y Uber han realizado demandas a esas empresas por discriminación salarial (la de Google continúa, ver aquí). Una encuesta realizada entre 200 mujeres de nivel senior en Silicon Valley mostró que al 84% le habían dicho que era “demasiado agresiva”, el 66% reportó haber sido excluida de algún evento por su género, y 60% indicó haber recibido propuestas sexuales no deseadas en el lugar de trabajo. De ese 60%, el 40% dijo no haberlo reportado por miedo a represalias. Son incontables los casos de tipos que finalmente han tenido que renunciar por acumulación de denuncias acoso sexual en el lugar de trabajo, muchas veces llevándose de todos modos jugosas indemnizaciones. Acá podés leer el caso de Andy Rubin, acosador de Google que se fue con 90 millones de dólares.

James Damore, empleado de Google, escribió un memo en el que dijo que quizás hay menos mujeres en tecnología no por discriminación o mal ambiente, sino porque las mujeres son biológicamente menos capaces de dedicarse a la ingeniería (citó evidencia “científica” al respecto). Lo echaron y estallaron los reclamos de cancelación, de que ya no se puede decir nada, etc. Se pueden decir muchas cosas, pero capaz que si decís que la mitad del planeta es muy nerviosa la gente no quiera trabajar con vos.

3. El cuerpo femenino en Instagram

Posiblemente sepas del movimiento #freethenipple en Instagram, pero aquí quería hablar más en general de lo que pasa con el cuerpo de las mujeres en esa red. Básicamente, Instagram era (¿es?) más proclive a mostrarte imágenes de mujeres blancas y flacas.

“¡La app te muestra lo que querés ver: las chicas solo quieren ver chicas flacas!”.

No, Instagram toma decisiones. Una decisión particularmente “polémica” es la de censurar fotos de mujeres que no son blancas y flacas. Hay miles de casos, te cuento uno. Le pasó a la modelo Nyome Nicholas-Williams, una modelo negra plus-size, y fue un escándalo. Una fotógrafa le sacó varias fotos y una en particular con el torso desnudo (aunque tapándose con los brazos) que ella subió e Instagram bajó. A partir de eso, se creó el hashtag #iwanttoseenyome, que entre otras cosas compara la foto de Nyome con miles de fotos de modelos blancas y flacas que Instagram jamás censuró. El conflicto con Nyome se hizo tan visible que Instagram pidió disculpas y prometió revisar su política (podés leer más acá y ver la foto que la fotógrafa volvió a sacarle post conflicto acá). Pero como dije, no es este el único caso. De hecho, son tantos que existen hashtags como #fatisnotaviolation para nuclear fotos que protestan esa censura.

¿Cuáles son las razones por las cuales Instagram censura esas fotos? Este artículo dice que es un error del algoritmo que básicamente actúa en función de la cantidad de piel expuesta. Según ese mismo artículo Facebook lo niega, pero en efecto en el caso de Nyome la explicación que ofreció Instagram (contado por el diario The Guardian) tenía que ver con el tamaño del cuerpo y los errores del algoritmo a partir de eso. Ya hemos hablado varias veces de cómo los algoritmos discriminan simplemente porque están diseñados por seres humanos (también conocidos como gente que discrimina), y este parece ser otro caso de lo mismo.

¿Cuál es el efecto de ver mayormente cuerpos blancos, flacos y “bellos” en Instagram? Diversos estudios analizan el efecto de pasar tiempo en esa red (y en TikTok) sobre la autoestima y los patrones alimenticios. Spoiler: el efecto es negativo (para mujeres y hombres).

Un último párrafo para hablar de otro efecto del bombardeo de ver sólo imágenes edulcoradas en redes: el atontamiento generalizado por el cual nos la pasamos pensando y hablando del cuerpo, el ejercicio y las dietas; en vez de poder discutir, pensar y hacer todo lo otro que nos interesa. En ese sentido y más allá del tópico de hoy, me tomo el atrevimiento de recomendar ampliar las cuentas que una sigue en Instagram, en todo sentido y para todos lados. Esa red sirve para volar con los ojos, saquémosle jugo.

Una idea

¿Qué queremos las mujeres? Que nos traten como personas.

Les dejo esto de una de mis ilustradoras favoritas, flavitabanana.

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