Sin recursos para acceder a los préstamos bancarios, las egipcias de barrios pobres han decidido unir los ahorros de sus maltrechas economías y crear asociaciones de préstamo para sufragar los gastos extraordinarios de sus familias. Lejos de los formalismos y el capital de los bancos tradicionales, estas singulares cooperativas mueven pequeñas sumas de dinero en lugares tan poco habituales como las calles sin pavimentar de Jairalá, un humilde distrito del sur de El Cairo.Allí, una docena de mujeres de distintas edades, descalzas y convertidas en modestas banqueras, conversan sentadas sobre varias alfombras, reunidas en torno a una caja metálica que guarda una fortuna lograda a base de sus humildes aportaciones.
«Yo no puedo obtener un crédito del banco y menos aún devolverlo en plazos porque el empleo de mi marido no es diario y sólo trabaja dos o tres días a la semana», relata a Efe Hosna Abdelsalam, una de las responsables de la asociación.
El resto de las participantes, que lucen velos islámicos, asiente mientras Abdelsalam, madre de cuatro hijos, explica que el grupo comenzó a funcionar hace un año, cuando descubrieron que «más allá de los bancos, existen otras maneras de conseguir préstamos».
«Ahora compartimos el dinero y lo usamos para ayudar a otras personas», agrega Abdelsalam, quien, como el resto de las integrantes de la asociación, dispone de una pequeña libreta para apuntar las transacciones aprobadas en cada sesión.
Según la responsable de este proyecto en la ONG Plan Egipto, Amel Abdelmeguid, el objetivo es que «las familias de un mismo barrio se relacionen más y lleguen a conocer sus problemas».
«Antes dependían de organizaciones como la nuestra, que respondía a sus necesidades y las ayudaba», agrega Abdelmeguid, quien destaca que, gracias al proyecto, las mujeres gestionan sus grupos y, en caso de necesidad, ofrecen ayuda económica a las otras participantes.
Actualmente, Plan Egipto supervisa más de 460 asociaciones de préstamo en seis ciudades egipcias, en las que 4.165 mujeres han logrado ahorrar unas 38.000 libras (6.500 dólares) y solucionar los apuros económicos de decenas de hogares.
En reuniones como la de Jairalá, las mujeres revisan sin descanso dos recipientes de plástico que reúnen las libras destinadas al ahorro y las que serán prestadas sin intereses al término de la asamblea.
El 20% de la población vive en la pobreza
La iniciativa, a juicio de la responsable de la ONG, ha permitido que las mujeres del barrio, recluidas hasta el año pasado en sus hogares y dedicadas al cuidado de sus hijos, puedan jugar «un papel más visible al demostrar que son capaces de tomar decisiones sobre las finanzas domésticas».
Y es que Abdelsalam recuerda que «antes de iniciar la asociación no había comunicación entre las mujeres, pero ahora todas conocen la situación exacta en la que se encuentran las demás y tratan de aportar fondos».
Sin embargo, arañar unas cuantas libras a salarios ya de por sí bajos es una tarea cada vez más difícil en un país de 80 millones de habitantes donde la inflación ha disparado los precios de los alimentos básicos y más del 20% de su población vive bajo el umbral de la pobreza, según datos oficiales.
«Cuando nuestros maridos nos entregan algunas libras para gastar en la casa, tratamos de guardar parte de ese dinero y compartirlo con el grupo», indica Abdelsalam entre la algarabía de los hijos de las participantes y ante la presencia de dos patos llegados de un corral cercano.
En barriadas como la de esta mujer, que quedan lejos de las ventanillas de los bancos o en las que solicitar un préstamo es un riesgo inalcanzable, los pequeños créditos proporcionados por el programa sirven para afrontar gastos de educación o sanidad.
«Yo logré un préstamo el año en que uno de mis hijos fue por primera vez al colegio y lo gasté en comprar todo el material escolar necesario», subraya Abdelsalam.
En otros casos, añade, el préstamo ayuda a afrontar los cuantiosos gastos del casamiento de un hijo o la operación de algún pariente en familias que acostumbran a ser bastante numerosas.
«Para acordar los créditos, convocamos una reunión en cuanto alguien lo pide. Hablamos y solucionamos el problema porque lo esencial es aumentar la solidaridad entre nosotras», dice Abdesalam mientras que, agotado el orden del día, el resto de mujeres opta por levantarse, recoger las alfombras e iniciar el camino a casa.