Un estudio de caso: La Universidad Nacional de Luján y las Ingenierías.
Quienes estudiaron la presencia de la mujer en la ciencia, la investigación y en el ejercicio real de las distintas profesiones, visibilizaron el ocultamiento de la misma en instituciones educativas, organizaciones tanto públicas como privadas y determinados círculos profesionales.
Es conocido que la no presencia no se debe a la falta de interés sino que se ve sujeta a las prácticas sociales del entorno en el que está inserta, que impone ciertas características a las propias organizaciones, mantenidas a través del tiempo, según normas estatutarias reales o de su imaginario y a las subjetividades construidas tanto por quienes las dirigen como por quienes las integran o podrían integrarlas.
El acceso a la Universidad es una de las realizaciones más tardías de las mujeres en el área educativa ya que, si bien ellas han participado más tempranamente de otros niveles educacionales, los estudios universitarios han sido un ámbito del que, hasta el siglo XX, han estado alejadas, salvo unas pocas excepciones. Sin embargo, en algunas décadas, esta situación cambió sustancialmente. (Palermo, 1998).
Asegurar la igualdad de oportunidades a mujeres y varones para acceder y promocionar en la educación ha sido y es un desafío en los programas que organismos internacionales y nacionales tuvieron y tienen entre sus objetivos, ya que cerca el 70% de la población sin alfabetización en el mundo, continúa siendo la femenina[1].
Esto es necesario analizarlo más allá de los parámetros con que comúnmente se lo ha abordado, es necesario interpretarlo también desde el género para tener una explicación más abarcadora social y cultural de la exclusión de las mujeres.
Si a priori creíamos que las instituciones universitarias eran modelos de integración por género con igualdad de oportunidades con los concursos como forma de ascenso indudablemente percibimos barreras de género[2] invisibles, muchas de ellas, para lograr en el presente una real igualdad de oportunidades para la mujer en el ámbito universitario.
Hay material escrito sobre la forma y los modos en que el capital cultural, incorporado en el ámbito familiar, impacta sobre la biografía escolar de los individuos (Elbaum, 1998) y sobre la vinculación entre la elección de la carrera y el sexo del ingresante universitario (Delfino, 1998).
El estereotipo de género se manifiesta desde la elección la carrera en mujeres y varones siendo, la sociedad misma, la que otorga mérito diferencial a las profesiones según su afinidad con las llamadas ciencias blandas, o con las ciencias duras.
Quienes analizaron la feminización de la matrícula universitaria coinciden en afirmar que este fenómeno se relaciona con una multiplicidad de factores, otorgándoles importancia fundamental a los cambios económicos y sociales que se produjeron a lo largo del siglo XX. La Universidad es considerada uno de los ámbitos en los que no se hace diferencia entre varones y mujeres, sin embargo, en estudios que muestran las relaciones de poder, queda claro que existen. Al estudiar el ingreso a la Universidad, observamos en permanente aumento el porcentaje de mujeres. En el año 2004 la matrícula presenta un 31% de mujeres y un 69% de varones.
Las ingenierías, de por sí, constituyen un grupo de carreras en las que el porcentaje de graduados con relación a los que se inscriben es bajo, incluso el porcentaje de los que se inscriben, con respecto al total de las carreras. Son muy pocos los países del mundo donde este porcentaje es alto, por ejemplo Corea, donde el 25% de los graduados universitarios provienen de carreras de ingenierías, lo que permite hablar de que hay un ingeniero cada 625 habitantes; en Argentina hay uno cada 8000 habitantes, en Brasil 1 cada 6000 y en China, India y Francia, 1 cada 2000[3]. A esta poca cantidad se suma una diferenciación importante por sexo, por ser considerada una carrera típicamente masculina.
Es por eso, que nos propusimos ver quiénes podrían llegar a lugares más “destacados” o profesiones que brindan mayor remuneración económica, partiendo de ver quiénes se inscribieron en las mismas, carreras consideradas como “masculinas”: Ingeniería en Alimentos, Ingeniería Agronómica e Ingeniería Industrial.
Hemos caracterizado tres grupos: Aspirantes, Ingresantes y No Ingresantes. Consideramos aspirantes a todos aquellos que en el momento de inscripción a la carrera en la Universidad, lo hicieron para alguna de las Ingenierías; esta inscripción se realiza en octubre del año anterior al que se pretende asistir, pudiendo ocurrir que haya quines aún no hayan terminado el secundario o adeuden materias; aspirantes consideramos a quienes se hayan inscripto en alguna materia de primer año de la Ingeniería en la que se anotó.
Al tratar de identificar niveles de insatisfacción y factores de riesgo para la permanencia del alumno/a en la carrera elegida, así como el conocer las expectativas que ellos manejan durante su permanencia en la carrera observamos que las mujeres se anotan y mantienen su decisión inscribiéndose a materias de la carrera correspondiente.
Al comparar los tres grupos de esta cohorte (2004) se observa la notoria diferencia entre mujeres y varones, en Ingeniería Industrial: sólo el 8,8% de quienes se inscriben son mujeres, y de los que ingresan el 10,19% corresponden a ellas. Estas cifras para Ingeniería Agronómica son del 26,8% y del 28,3%. En las dos carreras el porcentaje de mujeres en quienes han ingresado aumentó con respecto al de aspirantes, y al analizar los porcentajes de quienes no ingresaron, en las mismas carreras vemos que éstos descienden a 5,3% en Ingeniería Industrial y a 24,20% en Ing. Agronómica. Esto habla, indudablemente de una diferencia de género marcando más perseverancia de las mujeres que de los varones en mantener sus convicciones cuando se anotan en estas carreras, consideradas típicamente masculinas. No ocurre lo mismo en Ingeniería en Alimentos donde tanto para aspirantes como ingresantes, el porcentaje mayor corresponde a mujeres 58,2% y 57,5% respectivamente, diferenciándose de las otras dos al aumentar el porcentaje de quines no ingresan (60%). De las tres Ingenierías es la que más carga horaria tiene, con 52 materias, muchas de ellas anuales, y con clases prácticas obligatorias realizadas en laboratorios, lo que impide a quienes la cursan disponer de algún tiempo para trabajar.
Son más jóvenes las mujeres que se inscriben en Ingeniería en Alimentos: el 92% tiene menos de 20 años, siendo estos valores del 79% y 72% en Ing. Agronómica e Ing. Industrial respectivamente. Observamos también que es muy bajo el porcentaje de las aspirantes que trabajan. En las tres ingenierías se repite la misma proporción de mujeres y varones que trabajan al inscribirse en la Universidad: aproximadamente el 25% de las mujeres trabajan, mientras que en los varones el valor asciende al 50%. Esto podría indicar que el grupo familiar: «está más dispuesto a mantener económicamente a la mujer como para preservar la continuidad de la cultura y de los valores más tradicionales» (Palermo. 2007).
En cuanto al Nivel de estudios alcanzado por los padres, en Alimentos el mayor porcentaje del nivel alcanzado por los padres de «las» aspirantes es «secundario completo»; el valor se modifica en «las» ingresantes donde el mayor porcentaje corresponde a padres con nivel «primario completo». Los varones, tanto aspirantes como ingresantes tienen en su mayoría padres con “primario completo.
En las tres carreras se da que el porcentaje mayor, tanto para varones como para mujeres se encuentra en “primario completo”, podríamos decir que la influencia del nivel de estudios de los padres en la elección o desarrollo de la carrera es igual para ambos sexos.
Si analizamos el Nivel de estudios alcanzado por las madres, en Alimentos el mayor porcentaje de «las» aspirantes es «primario completo»; este valor se modifica en «las» ingresantes donde se igualan los porcentajes de quienes tienen madres con nivel «primario completo» y «secundario incompleto». Con respecto a los varones, tanto aspirantes como ingresantes tienen en su mayoría madres con nivel «secundario completo».
Podemos decir que en las mujeres encontramos el mayor porcentaje en la categoría “primario completo” para la variable “nivel de estudios” alcanzado por las madres. Esto indica que esta generación de mujeres da un salto cualitativo importante. Mientras que en los varones el mayor porcentaje se encuentra en madres con nivel «secundario completo». Podría pensarse en una influencia importante de las madres en los varones para que alcancen un nivel mayor de educación.
El estudio se hizo en la cohorte 2004, y al 4to año de permanencia en la universidad observamos que en las tres ingenierías sólo el 25% de los ingresantes se mantenía como regular en la carrera, manteniéndose la distribución inicial por sexo. Al indagar sobre porqué siguen en la carrera, a pesar de estar, algunos/as, muy retrasados/as con respecto a la currícula, tanto varones como mujeres entrevistados/as, manifestaron que el título de Ingeniero es muy importante; que les agrada la carrera que eligieron; que el ambiente universitario les resulta acogedor; que lo consideran un grupo de pertenencia importante y que les permite conseguir trabajo aún sin recibirse.
Frente a la pregunta de si identificaron situaciones discriminatorias por ser varones o mujeres, nadie percibió situaciones de ese tipo, aunque manifestaron, que aún teniendo, en algunas materias los mismos profesores en las tres ingenierías, con los de Ing. en Alimentos eran mucho más exigentes que con las demás ingenierías. ¿Casualidad?, es allí donde el porcentaje de mujeres es mayor!!!!!
El análisis de un conjunto de variables nos permitió ver que al momento de la elección de la carrera los mandatos culturales respecto de lo femenino y lo masculino están presentes; conociendo que el individuo no los internaliza de un modo lineal, sino que sintetiza relaciones sociales determinadas que implican, a su vez relaciones de poder.
Una de las hipótesis surgidas de este trabajo, que pensamos poner a prueba, es que Ingeniería en Alimentos, si bien es Ingeniería, también es Alimentos, algo más vinculado a mujeres que a varones, por lo tanto indagar sobre los motivos de la elección de la carrera, las concepciones familiares y las expectativas que el grupo familiar tiene con respecto al rol de las mujeres en general y de ellas en particular.
Las mujeres en la Ingeniería
En un artículo de la IEEE (http://tiny.cc/4jh7b), organización de la cual provienen el 35% de los estándares de tecnología mundiales, se explica a través de una consulta a miembros de la Sociedad Women in Engineering, que las mujeres serían atraídas por carreras que ayudan a la sociedad, y que la imagen de la Ingeniería esta relacionada más bien al campo técnico sin ningún beneficio aparente para la Humanidad. No se ve la conexión por lo general entre la Ingenieria y poder cambiar el Mundo positivamente, y esto claramente influencia en las decisiones de carrera de las adolescentes.
Algunas especialidades de la Ingeniería como Eléctrica y Mecánica muestran inclusive una diferencia mayor por su estigma negativo. Aunque existen varias organizaciones que se esmeran en promover el desarrollo de mujeres en carreras técnicas, los hombres continúan superando muy ampliamente al número de profesionales femeninas que representan solamente un 10% de acuerdo con una encuesta global de UK Resource Centre for Women in Science, Engineering, and Technology. Este porcentaje se mantuvo relativamente constante durante los ultimos años.
Uno de los factores que más contribuye es el estereotipo de los ingenieros y la dificultad de balancear las obligaciones laborales y familiares. Es por eso que las Ingenierías Química y Biomédica son las más populares para las mujeres, que también entienden que de alguna manera hay una misión social en estos campos que consiste en ayudar a los individuos utilizando tecnología para curar enfermedades o brindar asistencia.
El balance entre la familia y la gran carga de trabajo de Ingeniería es un problema para las mujeres porque el hacerse cargo de la familia se ha considerado siempre responsabilidad de la mujer. Cuando una mujer tiene una profunda vocación por su carrera, típicamente no tiene suficiente apoyo de su familia.
Aunque de todas maneras hay muchas mujeres en otros campos muy demandantes como la Medicina y las Leyes, esos trabajos por lo general tienen más flexibilidad que la Ingeniería, porque permiten trabajar menos horas y balancear con las responsabilidades familiares. En las ramas de la Ingeniería no hay ofertas de trabajos con esas características.
Para alcanzar a más mujeres con la promoción de las carreras técnicas, es importante comenzar cuando son jóvenes y todavía no han conocido estereotipos negativos. Es importante alcanzar a las chicas antes de la escuela secundaria porque luego de esa etapa las preferencias de carrera ya están empezando a influenciar las decisiones finales de las adolescentes. Esperar más sería muy tarde. Este tipo de iniciativas puede atacar al estereotipo negativo de las Ingenierías, siempre que se muestre que se puede cambiar el Mundo positivamente a través de la Ciencia y la Ingeniería, aunque no sean destacadas especialmente en matemáticas.
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[1] Cuarto Programa de Acción Comunitario, op. cit.,pag.15