El periodista Hernán Zin ha recogido a lo largo del planeta y durante los últimos dos años el testimonio de mujeres que, con su labor, su trabajo y su esfuerzo, intentan hacer frente a desigualdades y cambiar el mundo en el que viven. Cada capítulo de esta serie se centra en la labor realizada por una mujer, en países como el Congo, Afganistán o la India. VEREste primer capítulo está dedicado a la labor realizada por Gloria Company, que en 2008 dirigía un centro de atención a mujeres en Herat. La situación de la mujer afgana fue una de las banderas para lanzar en 2001 una invasión contra el régimen tiránico de los talibán.
Este primer capítulo está dedicado a la labor realizada por Gloria Company, que en 2008 dirigía un centro de atención a mujeres en Herat. La situación de la mujer afgana fue una de las banderas para lanzar en 2001 una invasión contra el régimen tiránico de los talibán
«Las mujeres afganas saben, a través de la dura experiencia, lo que el resto del mundo está descubriendo: la brutal opresión de las mujeres es un objetivo central de los terroristas», decía la entonces primera dama, Laura Bush, en un discurso radiado el 16 de noviembre de 2001, que la Casa Blanca le quiso dar la misma categoría que los mensajes del presidente. «La lucha contra el terrorismo es también la lucha por los derechos y la dignidad de la mujer», concluía.
Casi diez años después de que se invadiera Afganistán, los datos no dibujan un presente alentador, y el futuro tampoco pinta mucho mejor. La esperanza de vida es de 44,65 años (frente a los 81 años que presenta España); la tasa de alfabetización es de tan solo el 28%; por sexos, la diferencia es abismal: si la tasa de alfabetización de los hombres entre 15-24 años es del 49%, en esa misma franja de edad, las mujeres que saben leer y escribir es de tan solo el 18%; a la escuela primaria acude hoy el 74% de los hombres, frente al 46% de las mujeres; un último dato: 2010 se cerró con 2421 víctimas civiles en Afganistán, superando la cifra de 2009 (informe en PDF realizado por la ONG Afganistán Right Monitor).
Feriba, una niña de 11 años, es atentdida en un centro de apoyo a las mujeres en Herat, el pasado mes de abril (Foto: Majid Saeedi/Getty)
Desde 2004 Afganistán cuenta con una constitución que reconoce la igualdad ante la Ley entre hombres y mujeres, aunque el estado central no tenga capacidad de hacerla cumplir en territorios donde imperan más las normas de los señores de la guerra y/o los talibán que las normas dictadas por el Parlamento, que cuenta con tan solo 68 diputadas, de un total de 249 asientos. Tampoco es que el poder Legislativo haya hecho mucho por la igualdad de las mujeres. Hasta el año pasado, la violencia contra las mujeres no estaba tipificada como delito (informe de la ONGWomen Kind describe de manera detallada la legislación sobre la mujer en Afganistán); en febrero de 2009 se vivió otro momento vergonzoso, que sacó los colores a los países que sustentan elGobierno de Karzai: el Parlamento aprobó y el presidente afgano sancionó el nuevo Código de Familia Chií, que afectaba solo a dicha comunidad, y que era un guiño a los hazaras para ganarse el voto en las elecciones presidenciales del verano siguiente. Entre otros atropellos reconocía el derecho a la violación dentro del matrimonio, consentía las bodas infantiles y exigía que un hombre de la familia acompañara a la mujer que quisiera ir a estudiar o trabajar. Tras la presión internacional, Karzai anunció que la ley se iba a enmendar,pero se mantuvo, por ejemplo, que el marido pudiera dejar sin comida a la esposa en caso de no satisfacer sus necesidades sexuales.
La vida cotidiana de la mujer afgana está regida más por costumbres y códigos arcaicos y tribales que por cualquier marco normativo favorable. El rostro de la mujer afgana, en nuestro imaginario, está tapado por un burka, pero también rasgado por las marcas causadas por las quemaduras de gasolina. En algunos casos, son hombres los que marcan a las mujeres que osan discutir su yugo; pero en otros muchos casos son ellas las que se autolesionan para disfigurarse la cara ,cómo único grito, cómo única manera de romper esas cadenas, cómo única manera de suicidarse: “No hay casas altas, no pueden tirarse de un séptimo, no cogen un kalashnikov porque nunca cogen un arma…no hay trenes para tirarse a la vía…lo único que tienen a mano es el petróleo”, cuenta Company en esta primera entrega de mujeres que cambian el mundo.
El pasado 29 de julio, la revista TIME publicaba un reportaje que llevaba a su primera página:
Lo qué pasaría si nos fuéramos de Afganistán, se puede leer en la portada. Y sin embargo, el reportaje cuenta lo que pasaba ya hoy, con 350.000 soldados bajo mando de la OTAN en el país: la historia de Aisha, de 18 años, a la que le fueron amputadas las orejas y la nariz, en cumplimiento del dictamen de un comandante talibán que la había juzgado por no someterse a la esclavitud de su familia política. Y así otras tantas historias que pasan desapercibidas y que no ocupan las portadas.
En esta primera entrega de la serie ‘Mujeres que cambian el Mundo’, el periodista Hernan Zin nos trae el testimonio y la labor de Gloria Company, que en 2008 dirigía un centro para rehabilitación de mujeres que sufren estas lesiones en la provincia de Herat. Escuchar los testimonios de estas mujeres no puede dejar indiferente a alguien; y ver la labor que hacen personas como Gloria Company deja margen para la acción.
La serie Mujeres que cambian el mundo es un proyecto apoyado por Mundo Cooperante. VER