Theresa Kachindamoto es la jefa. Literalmente. Si bien reconoce que en Malawi ‘mujer’ “significa ser ama de casa y hacer todas las tareas domésticas”, su caso es una excepción de la regla mediante la que ha impulsado la igualdad en el país y su reconocimiento a nivel internacional.
“En nuestra cultura una mujer no puede ser líder, no sé realmente cómo llegué a dirigir el distrito”, afirma Kachindamoto, que gobierna Dezda desde hace 15 años. “Era la última de una familia con 12 hermanos y hermanas, pero las cabezas visibles de mi familia murieron y como en aquel entonces -con 27 años- era secretaria en la universidad de la ciudad donde vivía, me lo ofrecieron”. Pero lo rechazó, hasta que una historia cambió su vida.
“En un viaje a ver familia de un distrito lejano vi a una niña que tenía en brazos a un niño llorando”, recuerda ésta, quien se acercó a decirle que se lo llevase a su madre para que lo calmara. “Yo soy su madre”, le respondió aquella niña de 14 años. “Cuando me dijo eso fui a buscar al padre y vi que era un niño de la misma edad que estaba jugando al fútbol ahí al lado”, añade. Theresa se enfadó tanto por descubrir aquella realidad de su país, que al regresar aceptó el encargo:
¨Cambiarlo y proteger a esas chicas es la fuerza que tengo para seguir”.
Desde entonces ha abolido 2.445 matrimonios en su distrito y logrado que el presidente del país prohibiese los matrimonios antes de los 18 años. No obstante, para llegar a esa situación han tenido que desarrollarse otras muchas.
Un estudio de Naciones Unidas determinó que en 2012 más de la mitad de las mujeres de Malawi eran casadas antes de los 18. Y no sólo eso. Según el organismo internacional, cada dos segundos una niña es obligada a contraer matrimonio en el mundo y en 2020, de seguir en la línea, existirán 142 millones de niñas en tales circunstancias.
El problema es “cultural”, explica Kachindamoto, pero también “económico”. Malawi es considerado uno de los países más pobres del mundo y para las familias un matrimonio precoz supone un truque necesario:
“Las mujeres no tienen dinero para alimentar a la familia, por eso dan a su hija a cambio de una cabra o de dinero”.
¿Cuál es entonces el método empleado por Kachindamoto para evitar este desenlace? La educación
“Después de localizar el problema en un viaje por los pueblos de mi distrito, puse a 300 personas trabajando para que fueran mis ojos allí”, señala. De ese modo, cuando estos ‘espías’ dan la voz de alarma, esta acude para hablar con los padres y mostrarles los riesgos que supone esa decisión. “Las niñas quieren ir a la escuela, pero por sí solas no pueden hacer nada porque son forzadas”, subraya.
Para ella, tal como apuntó para el Encuentro de Segovia, la educación es la base para impulsar un cambio en la cultura de Malawi:
“Si las niñas tienen acceso, podrán ser y tener lo que quieran, serán mujeres libres que puedan continuar liberando a otras y la comunidad tendrá futuro”.
Campamentos de iniciación sexual
Parte de esa tasa nace de los campamentos de “fumbi kuasa” (limpieza), donde niños y niñas de entre 9 a 12 años acuden tras las vacaciones escolares durante dos semanas para aprender valores.
Malawi tiene una tasa de infección por VIH del 10% y la mortandad en las niñas de 15 a 1.
Chicos y chicas son separados por sexos, una distinción que no sólo se encuentra en esa decisión sino en la propia enseñanza. Si bien ambos reciben principios para “respetar a los padres y a otras personas”, las chicas también aprenden bailes para complacer a los hombres e incluso son forzadas a tener sexo con los ‘hyena’ (profesores) cuando se gradúan.
Kachindamoto ha prohibido estos campamentos en su distrito, sin embargo, el proceso es lento y estos profesores siguen culminando estas prácticas. “Los padres pagan por estos campamentos, pero no saben que los ‘hyena’ pueden dormir en una noche con cuatro chicas”, resalta la dirigente de Dezda, quien entiende que “si fuesen conscientes no les dejarían”.
“No tienen ninguna formación ni pasan ningún tipo de control físico ni nada”, denuncia, quien aconseja a las chicas que acudan al hospital para verificar que no hayan contraído ninguna infección.
El siguiente paso de Kachindamoto es retrasar la edad de casamiento hasta los 21 años “y que las chicas puedan completar su formación”. Para ello cuenta con la ayuda del Gobierno, que “está dando dinero a los padres y no dependan tanto de estas prácticas”. Y, aunque el camino será lento, esta se muestra optimista. Así lo transmite, así lo asegura.
Fuente: La vanguardia